Mujeres líderes, expertas y activistas se reúnen para construir la agenda de género de la CDMX
Decir que la cárcel no afecta es una aberración. La prisión se instituye, precisamente, para afectar como castigo. ¿Puede haber castigo sin afectación? No. Pero sí puede haber afectación sin castigo justificado y legal.
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¡Insisto!, escuchamos pronunciamientos sin lugar a asombro. La insania en su más fétido despropósito se puede pasearse en nuestras narices sin inmutarlas.
¡Veamos!
Nadie debe ir a la cárcel inocente.
Ello es un Derecho Humano y principio de derecho. Se llama presunción de inocencia y es consecuencia lógica de otro principio de derecho que prescribe que el que acusa tiene la carga de la prueba, así de como muestra la experiencia social en que la buena fe y la inocencia se presumen, mientras la mala fe y culpabilidad exigen prueba fehaciente. No existe diseño legal que no parta de estos razonamientos: no se pueden cobrar consecuencias con anterioridad a su causa.
Si ello es así —y lo es—, nadie debe purgar cárcel siendo inocente.
La misma prisión preventiva, por más alegatos que en su favor se hagan, es una aberración catedralicia; producto de fiscalías incapaces de estructurar carpetas de investigación y sostener ante juez acusaciones consistentes, cuando no de pálpitos totalitarios.
A la luz de lo anterior, detengámonos un momento a ponderar, de nueva cuenta, la siguiente barbarie: “no afecta ir a la cárcel cuando uno es inocente”.
Vayamos por partes. Por afectar, se entiende, en la acepción del aserto arriba citado: “menoscabar, perjudicar, influir desfavorablemente; producir alteración o mudanza en algo; imponer gravamen u obligación sobre algo, sujetándolo el dueño a la efectividad de ajeno derecho (RAE)".
Es de explorado derecho que hay actos que causan molestia y actos que producen agravio, gravamen, menoscabo o violación de derechos. Y la propia ley protege al individuo contra actos de molestia y privación.
La cárcel no puede ser más que una pena, únicamente superada por la muerte. Al encarcelado se le priva de su libertad y dicha privación lo afecta en lo personal, pero se irriga sobre otros que, por igual, sufren su prisión en mil privaciones derivadas. Sólo quien ha sido privado de su libertad y sus familiares y seres queridos conocen ese infierno.
La privación de la libertad por autoridad competente, solo debiera prosperar previo debido proceso y sentencia. Sin ello, la privación de la libertad es delito.
Tras lo anterior, decir que la cárcel no afecta es una aberración, cuantimás que la prisión se instituye, precisamente, para afectar, para castigar. ¿Puede haber castigo sin afectación? No, pero sí puede haber afectación sin castigo justificado y legal.
Se arguye entonces que encarcelar no afecta al inocente en un despropósito cósmico.
La cárcel afecta, por la privación de la libertad implícita y la cárcel al inocente afecta doblemente por no merecerla.
Ahora, argumentar en favor de semejante estupidez que el que “nada debe nada teme” es una demostración falsa y peligrosa en climas totalitarios.
Temor: “pasión del ánimo, que hace huir o rehusar aquello que se considera dañoso, arriesgado o peligroso; presunción o sospecha; recelo de un daño futuro”. Se teme a un riesgo presente o futuro, objetivo o subjetivo. El temor es una alarma interna que nos llama alerta y cuidado. En la frase citada, el temor que se refiere es aquel que deriva de nuestros propios actos. Si no has robado, si no matas, si no incursionas en zona violenta de madrugada ¡obvio!, por qué habrías de temer.
Pero qué del temor de aquello que no responde a tu ‘deber, si no al de otros. Es tanto como haberles dicho a los judíos no temas a Hitler; no tengas miedo de los campos de concentración; por qué desconfiar de las cámaras de gas.
Si has hecho algo y sabes que te van a dictar una orden de aprehensión, teme. Pero si no has hecho nada y sabes que te han dictado una orden de aprehensión teme más.
Tener la conciencia tranquila no es óbice para que no te afecte la cárcel, como tampoco es suficiente saberse inocente para no ser objeto de la injusticia.
Lo dijo Sócrates, prefiero ser víctima de la injusticia que victimario, pero ello no garantiza caer presa del primer supuesto, como lo prueba su muerte.
En todo caso, nadie puede quedarse tranquilo cuando un poder acusado de persecutor contesta que la cárcel no afecta a inocentes y la injusticia no puede contra conciencias tranquilas.
La respuesta esperable sería hacer protesta del Estado de Derecho, del respeto a ciudadanos —inocente y culpables—, del debido proceso, de la presunción de inocencia y de compromiso de legalidad.
Ahora le pregunto: inocente, tranquilo de conciencia, sin nada en su deber, ¿temería Usted de un poder que así contesta con tamaña perversión?
Por último, la discusión no debe centrarse sobre una persona y caso en concreto, sino en las implicaciones que los dichos tienen —tiempo presente— para todo ciudadano en México. ¡Todos!
Texto publicado originalmente en LFMOpinion.com
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