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Lo áspero de la verdad

Los primeros hombres escuchaban a sus dioses en el viento soplando en la fronda de los árboles. Luego acudieron al mundo sibilino de los oráculos.

#TheBunkerNoticias | Lo áspero de la verdad
Por: Redacción
  • 07/06/2021

Los primeros hombres escuchaban a sus dioses en el viento soplando en la fronda de los árboles. Luego acudieron al mundo sibilino de los oráculos.

Mas tarde —y más accesible— fue papel de profetas, sacerdotisas y eclesiásticos que hicieron de la verdad revelación, profesión, misterio y poder.

Contra ellos compitió siempre la palabra del Rey.

Así fue hasta las ciudades Estado helénicas, donde la verdad era algo por descubrir, entender y explicar entre los hombres. Espacio y tarea de filósofos, hasta que a la parreshia —compromiso por la verdad— fue sitiada por los sofistas que hicieron de la no verdad, del enmascaramiento que la oculta, escuela y moda.

Platón se preguntó qué es la verdad y por respuesta huyó al Topus Uranos, con él inventó la metafísica: la verdad pasó así a ser un convencimiento y convenio de voluntades sobre algo que está más allá de nosotros, que solo vemos en apariencia, entre sombras, mientras que lo real, las esencias, están fuera de nuestro alcance.

Al cristianismo el Topus Uranos platónico le cayó como anillo al dedo y la verdad fue dictada desde el púlpito, cuando no por la pira inquisitorial.

Luego el absolutismo dobló a la iglesia y se hizo de la verdad de Dios hecha Estado.

La República la heredó al desplazar al monarca y, ya en el México postrevolucionario, la verdad se dictaba desde Los Pinos, hasta que el ejercicio comunicacional del “Chupacabras” mostró que Televisa ya no pasaba lista de presente ante el presidente, sino cuando le convenía. Regresamos así a los tiempos de las mitologías, ahora por la vía del manejo mediático e interesado de las sociedades. Pero el mito tampoco es privativo de nadie y la mitología mediática mexicana expresó su esquizofrenia entre Televisa, El Universal y Reforma, por un lado, y La Jornada y Proceso, por otro.

Así, entre dos ventanas cada vez más cerradas, creció mi generación. Pero llegó el internet y las voló en pedazos. Regresamos a una especie de ágora helénica en versión cacofónica de posverdad, fake news y manipulaciones conductuales a escala global. Las ventanas explotaron y con ellas el provincialismo de nuestra mirada. La comunicación se desterritorializó y una red y algoritmo la mueven a discreción encerrándonos en capillas endogámicas en las que creemos conversar con los que piensan igual que nosotros, pero sólo charlamos con nuestro propio eco.

Y ahora las redes hasta pueden enviar al ostracismo al presidente más poderoso de la tierra y callarlo.

Corremos el riesgo original de regresar a que sólo unos cuantos, en calidad de profetas y sacerdotes mediáticos, nos dicten su comprensión del mundo y nos pongan a hablar sobre su agenda diariamente impuesta en capillas impermeables y estancas.

De allí la importancia de The Búnker, un esfuerzo por abrir todas las ventanas posibles y con ello ayudarnos a entender la complejidad del fenómeno.

Platón se equivocó al plantear la pregunta “¿Qué es lo que es?” La pregunta correcta es la de Hippias: “¿Quién pregunta lo que es?

Lo que es carece de sentido y valor sin el sujeto. El quién implica sobre la cosa considerada, quién la considera, para qué la considera, por qué la considera, cómo la considera. Es la perspectiva del quién, la que otorga sentido y valor a la cosa.

Si preguntamos qué es lo que es, lo hacemos desde un lugar como el Topus Uranos, lo bello es bello desde cualquier lugar y, por ende, desde ninguno. Pero si planteamos para quién es bello, la pregunta adquiere un punto de vista, una perspectiva y, por ende, una realidad plural.

La cosa, desde el quién, adquiere el carácter de posesión por el quien, mismo que la expresa, se compromete con ella, la enfrenta a otras cosas. La verdad expresa una fuerza y una voluntad en contrariedad con otras. La cosa desde el quien formula lo uno y lo múltiple, la pluralidad y lo cambiante. En pocas palabras, la oportunidad de ver el fenómeno en toda su complejidad.

A eso aspira The Búnker, a abrir tantas ventanas como sean necesarias para observar el mismo fenómeno sin encasillarnos a una sola mirilla.

Hacemos nuestras las palabras de Schelling: “No se trata aquí de cómo habríamos de girar, tornear, reducir o empobrecer el fenómeno para poder explicárnoslo a partir de principios que un día resolvimos no exceder, sino de saber hacia dónde han de expandirse nuestras ideas para llegar a adecuarse al fenómeno.”

La verdad no es para agradar a nadie, menos al poder. La verdad siempre es áspera y nos conmina a ser tolerantes y respetar libertades y espacios. Eso es The Búnker.


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