Gerardo Conde
Entrelazando

La elección de los candidatos a Gobernador en las nueve entidades a renovarse ha provocado en Morena el síndrome perredista: todos los “suspirantes” se sienten con el derecho a ser el abanderado de su partido en los comicios locales del 2 de junio del 2024.

La etapa de bonanza del PRD, desde 1997 hasta el 2018, en la Ciudad de México, ejemplifica qué no importaba la figura del candidato, lo relevante de la elección, era en un principio la marca partido y a partir del 2006, se dio la combinación de la marca amarilla con la figura de AMLO, dando una dicotomía electoral que aseguraba el triunfo en la Jefatura de Gobierno y en la mayoría de las 16 delegaciones, hoy alcaldías.

En la perspectiva de los “suspirantes” piensan —al igual que los perredistas en su momento— que la marca partido, más la marca López Obrador, los cobijará en la competencia electoral que se avecina y, por tanto, consideran que la elección será un simple trámite, al contar con un resultado ya cantado a su favor.

Con esa lógica, los “suspirantes” presumen sus credenciales de manera pública sin ningún pudor: cercanía con el “jefe”, ser un excelente súbdito y utilizar la bandera de la dignidad como trapeador, como valores sustantivos para cautivar al pueblo bueno, para contar con su respaldo; en otras palabras, endulzarle el oído y la vista al que encarna la voluntad del pueblo sabio, es decir, al inquilino de Palacio.

Con esa visión, los “suspirantes” transitan para visualizarse en sus respectivas entidades, haciendo gala de su imagen, de recitar el estribillo oficial y de hacer gala de sus habilidades, como utensilios para ganar la encuesta que definirá al candidato morenista. Enfoque que se acentuará más donde Morena es gobierno.

Pero, este proceso va a transparentar más las mezquindades que las virtudes de los morenistas, ya que en su quehacer por ser el “elegido” no dudaran en exhibirse mutuamente, para hacer valer su predominancia en la entidad.

En esa dirección, las entidades guindas darán de que hablar, por ejemplo:

Puebla, donde el apellido Mier, será motivo de canibalismo político.

Tabasco, tierra del mesías, será una batalla donde la hermandad se pondrá a prueba, con el ex secretario de Gobernación por mantener el espacio ya ganado.

Veracruz, aflorará el regionalismo electoral en contra de la imposición, a pesar de la injerencia del Gobernador, y,

Chiapas será una encrucijada para el gerente del partido Verde, el Senador, Manuel Velasco, ya que recuperar la entidad le implica “sacrificar” a su mejor carta electoral, al Senador Eduardo Ramírez, autonombrado el jaguar negro. Apoyarlo le significa ceder el espacio a Morena por segunda ocasión, situación que lo pondría en una posición endeble, frente a la corcholata mayor. Circunstancia política que lo obliga a optar por la Senadora del Verde, Sasil de León, hechura suya, apoyándose en el criterio de equidad de género que exige el INE.

Pero los “suspirantes” omiten una realidad, la elección del 2024 no es el mismo escenario electoral del 2018. En esta ocasión quienes llevaran el peso de la elección serán los candidatos a Gobernador y no la corcholata mayor, ya que ésta no tiene el imán electoral de su jefe y no existe un ambiente de hartazgo ciudadano que la arrope electoralmente.


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Publicado en LFMOpinión.

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