Mujeres líderes, expertas y activistas se reúnen para construir la agenda de género de la CDMX
La maledicencia no requiere de mucho talento e ingenio, es uno de los recursos más utilizados en el juego social de la vida cotidiana. Criticar y destrozar la imagen de alguien puede ser un deporte muy practicado e incluso llegar a ser una diversión.
lfmopinion.com
Es una vieja fórmula de los demagogos utilizar sus artes de oratoria para manipular la verdad y hacerte creer que lo verdadero es falso y lo falso verdadero, es decir, fácilmente te dan gato por liebre.
En la guerra muchas cosas se valen: los recursos para obtener y preservar el poder son acordes a la creatividad y el talento de quien los práctica.
Aunque hablar mal —maledicencia— no requiere de mucho talento e ingenio, es uno de los recursos más utilizados en el juego social de la vida cotidiana. Criticar y destrozar la imagen de alguien puede ser un deporte muy practicado e incluso llegar a ser una diversión.
Los demagogos se apropian del discurso político con tal de manipular la verdad a su antojo, se roban la pluralidad de las ideas para que sólo lo que quieren se trate en la agenda publica. Quieren más el control del pensamiento colectivo y hacer lo que les venga en gana con lo que se ha de decir en las mesas de diálogo y las discusiones de café.
El arte de difamar se basa en divulgar de cualquier manera o forma ideas falsas, o medias verdades sobre una persona con tal de generar odio, desprecio, desprestigio y hasta llegar a ridiculizarla para que la rechacen o cambien de opinión sobre su imagen o reputación. El objetivo es hacerle daño y perjudicar su vida personal, profesional o negocios que posea.
Si se sabe utilizar, es una arma muy destructiva y dañina que desde luego cumple perfectamente con el objetivo de acabar con una persona.
Por ello es considerado como un recurso muy vil y de bajo nivel moral. Sólo los delincuentes de cuello blanco, las mujeres llenas de celo, los envidiosos crónicos y los resentidos sociales son adeptos a la práctica de este reprochable recurso.
Pero se usa mucho y es muy practicado por políticos, comentaristas, escritores y, desde luego, en las intrigas de radiopasillo y en las lavanderías de antaño. Hoy llamadas redes sociales.
Suele ir acompañada de la calumnia que se define como una imputación o atribución falsa que se hace con el fin específico de causarle daño o perjuicio a su dignidad o reputación.
Ya hay una intención más precisa de hacer daño inventando cosas de otras personas con tal de que le afecte o hasta moleste tanto, que se provoque una reacción de enojo y una respuesta agresiva o violenta. Con lo que el calumniador ya se ve recompensado por hacer enojar a su víctima.
El caso es que tanto difamar como calumniar son los recursos de los demagogos, de los corruptos, de los delincuentes y en fin de los que padecen de envidia, egocentrismo y una evidente carencia de sensibilidad por los demás.
El problema es que abunda tanto este recurso y es tan fácil utilizarlo, que es my complejo desarmar tanta falsedad y demostrar que todo lo que se dice es pura mentira y que sólo tiene como fin dañar o lastimar a un oponente social o político.
Mientras tanto, entre mentiras y juego sucio se desenvuelve el país de los mitos y leyendas, de las persecuciones e inseguridad, desde el sueño americano hasta el super peso, vivimos en una agradable apatía en donde no parece suceder nada.
El mexicano que abraza la esperanza y desea héroes que lo salven de los villanos y rescaten de la llorona y del chupacabras. El mundo mágico de milagros y profecías, de luz y oscuridad, de urbes de lujo y ejidos de miseria.
Un paraíso para los turistas, un infierno para las víctimas del CO que expanden sus territorios porque hay impunidad gracias a los abrazos.
Un pueblo que se come fácilmente las calumnias y la demagogia, que admira a los tribilines de la política, a los resortes y Cantinflas de carpa. Que por una torta va a un mitin y con propaganda apoya lo que sea.
Urge un pueblo con mayor pensamiento crítico, con más agudeza e inteligencia para lograr el despertar de un verdadero y auténtico cambio. Y desechar falsas promesas y encantadoras esperanzas, que fácilmente se las lleva el viento.
Que se sepa lo inmoral y corrupto que es el uso de la calumnia y la difamación, para estar en guardia y desechar a los que recurren a ella.
Publicado en LFMOpinión.
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