Panóptico


Aberrante, ominoso y aterrador

Someter la soberanía nacional a una jurisdicción ordinaria extranjera en un juicio más de ruido que de derecho y derivar de un falso insulto calidades morales, desaparición de instituciones y degradación de investiduras, es, cuando menos preocupante.

#TheBunkerNoticias | Aberrante, ominoso y aterrador
Por: Luis Farias Mackey
  • 06/08/2021

Dos eventos llaman poderosamente mi atención. El primero es la voluntaria sumisión del Estado mexicano ante un tribunal del estado de Massachusetts, en Estados Unidos, con motivo de denuncias en contra de particulares fabricantes de armas. No sólo nos sometemos a una soberanía extranjera, sino a su legislación, jurisdicción y justicia.

La teoría de la soberanía parte de que nadie es equiparable al Estado hacia el interior, ni superior en el orbe. Pero cuando voluntariamente el Estado mexicano, en lugar de utilizar su calidad soberana, la diplomacia, los tratados suscritos con Estados Unidos, las convenciones internacionales y el propio derecho internacional, se sujeta a los alcances de instituciones de una justicia nacional extranjera, niega su razón de ser y nos pone en un riesgo mayúsculo, ante una sentencia en contra que, además, nos sanciones, como Nación soberana a penas infamantes y, sin duda, ajenas al derecho internacional y dignidad soberana.

Puede que todo se constriña a lanzar Globos de Cantoya al cielo, a los que es tan afecto este gobierno, pero hasta éstos se llegan a incendiar. Quiera Dios que esta nueva aventura del canciller Ebrard no termine, como la Línea 12, en tragedia.

El otro asunto que me sorprende es que la gente destaca más la gravedad de que el presidente publique en su mañanera un falso mensaje de tweet, que las implicaciones, mucho más graves y alarmantes, que acompañan al evento.

Por cierto, un estudiante de primer semestre de periodismo, con un celular, pudo haber verificado la autenticidad del tweet antes de difundirlo. Imposible que nadie en Palacio no lo hubiera hecho, lo que da para pensar que se difundió a sabiendas de su falsedad para saltar el tema de la crisis institucional contra organismos autónomos y discutir bagatelas de café de grillos crudos y pseudoperiodismo palaciego.

Lo preocupante es que nosotros vemos lo rojo del capote y embestimos a lo buey.

Tres cosas son verdaderamente preocupantes con relación al falso tweet difundido por el presidente López Obrador para desdorar ¡aún más! la investidura del Tribunal Electoral, restañar el prestigio de su nuevo presidente magistrado y plantear sin ambages preocupantes lecturas que de ello él deriva.

“El presidente que eligieron —sostuvo el presidente— en una ocasión me insultó”. Detengámonos aquí. Primero, lo que presentó López Obrador se sabía desde que fue publicado, el 5 de octubre de 2020, falso y nadie ha podido demostrar lo contrario.

Pero ello es lo de menos. ¿Acaso insultar al presidente, cosa que no hace el tweet directa y personalmente —se refiere al “viejo culero de Palacio Nacional” —, es algo más allá en gravedad que una ofensa? “Fíjense —dijo el presidente— que en una ocasión me insultó" ¿Y luego?

Insultar, ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones. Indisposición repentina que priva de sentido o de movimiento. Puede que el tweet haya ofendido al presidente y lo haya privado de sentido, ¿y? ¿Es algo constitutivo de delito, traición a la patria? ¿Insultar al presidente es ya o debe ser ya, o está a punto de ser, delito de lesa patria, traición, subversión, terrorismo?

Se puede tomar plazas y poblaciones enteras, masacrar, pero prohibido insultar al presidente. ¿Y quién decide dónde empieza el insulto y acaba la libertad de expresión?

¿Se vale ser el bravucón de la cantina y llorar a la primera mentada?

Lo dijo Bartlett cuando aún era priista. “Al que no le guste el calor que no se meta a la cocina”.

“Lo comento —lo del supuesto insulto, continúo el presidente— para probar las características de las personas que ocupan estos cargos tan importantes, el nivel moral de los jueces, magistrados electorales, del organismo que es la última instancia cuyas resoluciones son definitivas”.

Partamos de que la propia Constitución, en su artículo 22, expresamente prohíbe la penas trascendentales. Luego entonces, suponiendo sin conceder, que Reyes Rodríguez hubiese insultado al presidente, ello no autoriza a éste, quien por cierto protestó cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanen, a trascender en otros una pena sólo por él impuesta, sin el debido proceso y sin pruebas irrefutables, y que, en su caso, solo sería aplicable al infractor en lo individual.

Derivar de una supuesta acción de uno, las “características” de personas que ocupan cargos tan importantes, refiriéndose con ello al máximo tribunal en materia electoral es, cuando menos, reprobable. Pero de allí a sentenciar la “calidad moral” de integrantes de un tribunal y de la institución misma, es aberrante, ominoso y aterrador.


Prohibido insultar la investidura presidencial bajo pena fulminante de putrefacción e inmoralidad



“Esto —acotó el presidente— es una muestra de la descomposición de esos organismos...” Nada, por cierto, refirió sobre los escándalos de corrupción y ausencia de liderazgo que marcaron la fallida presidencia de José Luis Vargas. Solo un falso tweet desmentido hace ya once meses.

Un falso insulto, caracterización moral de un grupo de individuos que merecen su respeto y, de allí, declaración de descomposición de una institución autónoma constitucional, además, inscrita en un poder ajeno al Ejecutivo, bajo nombramientos, incluso, en concurrencia del Judicial y el Legislativo. Honras e instituciones bajo asecho del uso desmandado de aparatos de comunicación.

“Esto —según el presidente, que siempre mezcla peras con naranjas— es un corolario de una serie de decisiones que se han tomado en contra de la democracia”, refiriéndose al retiro de candidaturas en Guerrero y Michoacán, sin hacerse cargo de las conductas que ocasionaron dichas cancelaciones, imputables más a los órganos de administración de Morena que a los candidatos en cuestión.

"No sé si tienen el tweet del magistrado, con todo como lo puso —solicitó el presidente—. Fíjense —continuó ya con el tweet proyectado— y ahora presidente del Tribunal Electoral, es degradante"

Detengámonos en el vocablo. Degradar: “privar a alguien de las dignidades, honores, empleos y privilegios que tiene. Reducir o desgastar las cualidades inherentes a alguien o algo. Humillar, rebajar, envilecer” (RAE). ¿A qué degradación y de quién se refiere el presidente en su alocución? Habrá quien diga que hace recuento del propio imputado, supuestamente el magistrado presidente Reyes Rodríguez y sus compañeros, pero también pudiera López Obrador estarse refiriendo a su persona. Se entendería que no es el insulto lo que lo fulmina, sino la degradación a su persona, a la investidura que tanto le atormenta —reducción, privación de dignidades, empleos y privilegios; desgaste de cualidades inherentes; humillación, disminución, envilecimiento—. ¿Derrota? ¿Preocupación? ¿Conciencia?

Como sea, el presidente aprovechó el viaje, como siempre, para llevar agua a su molino: "La verdad es que hay una situación de crisis en el Tribunal Electoral, una descomposición. De ahí la necesidad de reformar tanto el INE como el Tribunal Electoral”.

Finalmente, ¿alguien sensato y con autoridad moral se ha sentado con los magistrados a tratar de entender las causas que los llevaron a tomar medidas desesperadas? ¿Alguien lo hará?

Lo dudo.

PS.- ¿Por qué será que sólo ¡Gibrán Ramírez! salió a defender a José Luis Vargas? ¿Quién gana, además, con esos defensores?

Publicado originalmente en LFMOpinión.


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