Espiral


Juego sucio

La política se ha llenado de rencores, odios y ganas de descalificar a todos los que no están contigo.

#TheBunkerNoticias | Juego sucio
Por: Guillermo Dellamary
  • 26/09/2023

En los deportes se tiene muy claro el concepto de "fair play", es decir, un juego amigable, que respete la ética y los reglamentos de una manera correcta. Incluso se llega a dar un trofeo especial al deportista que realice actos de benevolencia y buen trato a sus adversarios.

En el ámbito del deporte olímpico se saluda respetuosamente al principio y al final a los jugadores contrincantes.

En cambio, en la política, a la mexicana, parece que el propósito es darle con todo a los adversarios.

Atreverse a ser candidato es tener un historial casi perfecto para que los buscadores profesionales no le encuentren ni una manchita en su pasado y se lo quieran comer a uno vivo.

Es un falso puritanismo, es exactamente lo contrario al "fair play" deportivo. Es la política del juego sucio.

La política se ha llenado de rencores, odios y ganas de descalificar a todos los que no están contigo.

Hacer una campaña es estar dispuesto a recibir toda clase de falsos, calumnias y acusaciones. A despertarte al día siguiente y no saber en qué chisme e intriga te han involucrado.

Es un arte torear todas las embestidas de las venenosas lenguas políticas, que están decididas a descarrilarte de la contienda, a como de lugar.

Se supone que íbamos a tener una moral social más responsable y justa, y hemos caído en un cochinero moral, propio de corruptos y malvivientes. Delincuentes partidistas, con un falso permiso para acribillar al que se cruce en su camino.

A eso no se le puede llamar política, sino que es su vil deformación y un claro deterioro de la clase política, que ha hecho de tan noble tarea un asqueroso cementerio de los genuinos valores.

No les hagamos el caldo gordo comprando sus fechorías formando parte del coro de demonios que se escandalizan y acusan de toda clase de pecados, al mismo tiempo de no ver las porquerías que ellos mismos hacen.

Tanto peca el que mata a la vaca, como el que le jala la pata.

Una deplorable política del látigo y el fuste, en donde hay que llevar al que se meta al paredón y a la guillotina.

Todos acabaremos embarrados en este cochinero.

Hemos de encontrar una fórmula más positiva para no caer en la trampa del dualismo y seguir inmersos en la guerra de unos contra otros. Los partidos políticos y sus diferentes ideologías no son falanges militares, ni nidos de guerrilleros. No se trata de aniquilar ni dañar a los adversarios, el objetivo es servir a México con las mejores herramientas y planes para un mejor gobierno.

Nos falta elevar el nivel de civilidad de las campañas y dejar de estar viendo los errores del pasado, para centrarnos en el porvenir.

La verdadera política va mucho más allá que la ofensiva verbal y el uso de las armas emocionales.

Buscamos una política electoral bajo un paradigma más responsable y consciente, con un mayor cuidado a la ética pública y el respeto como la bandera principal.

Ser candidato no es lanzar carne a las hienas y buitres para que la despedacen. Se trata de exhortar los valores más sublimes, encender las llamas de la virtud política y establecer diálogos de altura, centrados en los más elevados valores de nuestra cultura y no seguir moviendo la violencia del bajo mundo en el que hemos caído en varios sectores de nuestro quehacer social.

Es la tarea de los comunicadores, de los académicos, de los intelectuales, de los mexicanos razonables y conscientes, para tomar más las riendas del debate y el discurso e impregnarlos de una educación que se salga del vientre y el hígado para alcanzar el corazón y la razón.

Busquemos el juego limpio, al responder con amor y sensatez a los ataques violentos de los usurpadores del México lindo querido.

No caigamos más en el juego de los beligerantes y salvemos las campañas y el procedimiento político, de las garras de los que se empeñan en dejar de amar a nuestro País por sus tenebrosas y oscuras intenciones propias de su ciego egoísmo.


En los deportes se tiene muy claro el concepto de "fair play", es decir, un juego amigable, que respete la ética y los reglamentos de una manera correcta. Incluso se llega a dar un trofeo especial al deportista que realice actos de benevolencia y buen trato a sus adversarios.

En el ámbito del deporte olímpico se saluda respetuosamente al principio y al final a los jugadores contrincantes.

En cambio, en la política, a la mexicana, parece que el propósito es darle con todo a los adversarios.

Atreverse a ser candidato es tener un historial casi perfecto para que los buscadores profesionales no le encuentren ni una manchita en su pasado y se lo quieran comer a uno vivo.

Es un falso puritanismo, es exactamente lo contrario al "fair play" deportivo. Es la política del juego sucio.

La política se ha llenado de rencores, odios y ganas de descalificar a todos los que no están contigo.

Hacer una campaña es estar dispuesto a recibir toda clase de falsos, calumnias y acusaciones. A despertarte al día siguiente y no saber en qué chisme e intriga te han involucrado.

Es un arte torear todas las embestidas de las venenosas lenguas políticas, que están decididas a descarrilarte de la contienda, a como de lugar.

Se supone que íbamos a tener una moral social más responsable y justa, y hemos caído en un cochinero moral, propio de corruptos y malvivientes. Delincuentes partidistas, con un falso permiso para acribillar al que se cruce en su camino.

A eso no se le puede llamar política, sino que es su vil deformación y un claro deterioro de la clase política, que ha hecho de tan noble tarea un asqueroso cementerio de los genuinos valores.

No les hagamos el caldo gordo comprando sus fechorías formando parte del coro de demonios que se escandalizan y acusan de toda clase de pecados, al mismo tiempo de no ver las porquerías que ellos mismos hacen.

Tanto peca el que mata a la vaca, como el que le jala la pata.

Una deplorable política del látigo y el fuste, en donde hay que llevar al que se meta al paredón y a la guillotina.

Todos acabaremos embarrados en este cochinero.

Hemos de encontrar una fórmula más positiva para no caer en la trampa del dualismo y seguir inmersos en la guerra de unos contra otros. Los partidos políticos y sus diferentes ideologías no son falanges militares, ni nidos de guerrilleros. No se trata de aniquilar ni dañar a los adversarios, el objetivo es servir a México con las mejores herramientas y planes para un mejor gobierno.

Nos falta elevar el nivel de civilidad de las campañas y dejar de estar viendo los errores del pasado, para centrarnos en el porvenir.

La verdadera política va mucho más allá que la ofensiva verbal y el uso de las armas emocionales.

Buscamos una política electoral bajo un paradigma más responsable y consciente, con un mayor cuidado a la ética pública y el respeto como la bandera principal.

Ser candidato no es lanzar carne a las hienas y buitres para que la despedacen. Se trata de exhortar los valores más sublimes, encender las llamas de la virtud política y establecer diálogos de altura, centrados en los más elevados valores de nuestra cultura y no seguir moviendo la violencia del bajo mundo en el que hemos caído en varios sectores de nuestro quehacer social.

Es la tarea de los comunicadores, de los académicos, de los intelectuales, de los mexicanos razonables y conscientes, para tomar más las riendas del debate y el discurso e impregnarlos de una educación que se salga del vientre y el hígado para alcanzar el corazón y la razón.

Busquemos el juego limpio, al responder con amor y sensatez a los ataques violentos de los usurpadores del México lindo querido.

No caigamos más en el juego de los beligerantes y salvemos las campañas y el procedimiento político, de las garras de los que se empeñan en dejar de amar a nuestro País por sus tenebrosas y oscuras intenciones propias de su ciego egoísmo.


Publicado en LFMOpinión.

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