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Comunalidad

Quien asume la política le debe de antemano acatamiento. Los peores enemigos de la política son aquellos sin aptitud para respetar sus tres previas condiciones: pluralidad, igualdad y comunalidad.

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Por: Luis Farias Mackey
  • 25/10/2022

La política para Arendt tiene condiciones previas para su verdadera existencia: presupone la “pluralidad genuina”, la diferencia de lo diverso; allí donde la pluralidad se ha castrado por el dominio o el interés, la deliberación y acción política es imposible.

Sin pluralidad no hay espacio intermediador, deliberación y menos acción conjunta; la convivencia es amasijo sin valor ni fines: la pluralidad, con su connotación de distribución espacial y diversidad perceptiva, es “específicamente la condición —no solo la condición sine qua non, sino la condición per quam— de toda la vida política”. (Arendt)

La pluralidad implica la libertad y la espontaneidad.

La segunda condición de la política es la igualdad: “la desigualdad introduce coerción y torna falso el intercambio o la compartición de discursos” (Dana R. Villa), pero Arendt no entiende la igualdad como un fenómeno natural; por naturaleza somos desiguales, la igualdad es un reino artificial creado por los hombres en la polis griega donde la isonomía es un atributo de la polis expresado en ciudadanía. Es la ciudadanía la que nos iguala; la igualdad tiene una naturaleza política, inseparable de la libertad política, porque ambas son derechos para participar en el gobierno de la polis.

La tercera condición es la comunalidad: Pluralidad e igualdad ciudadana requieren de un mundo compartido, un trasfondo mínimo de valores comunes. Cuando acuerdo y espacio se rompen, es imposible la comunicación entre perspectivas diversas. La política no es más que un espacio de intermediación, sin ese espacio la intermediación se anula.

La política no es algo natural, como tampoco lo es el mundo. El mundo es un espacio de carácter mundano, diferente a la tierra; es una creación del hombre; la política, por igual, es propia del mundo, no de la tierra, y es un espacio compartido, un mundo compartido.

Pues bien, cuando la comunalidad se rompe, cuando ese mundo compartido, como el paisaje, se ve atenuado o, pero aún, es artificialmente polarizado como estrategia de desunión y conflicto, la política es imposible.

La última condición listada por Arendt es la aptitud. Pluralidad, igualdad y comunalidad exigen una aptitud ciudadana, plural; un respeto, una autocontención, un compromiso con la cosa pública. Quien asume la política le debe de antemano acatamiento. Los peores enemigos de la política son aquellos sin aptitud para respetar sus tres previas condiciones: pluralidad, igualdad y comunalidad. Quien usa a la política para negarla violentándola es el peor enemigo del mundo compartido y “reificado” que es la política.

La guerra acalla la política porque el espacio de intermediación civilizada y pacífica se convierte en tierra de nadie entre trincheras; pero la política también cesa cuando el encargado de la seguridad pública abdica para ceder el territorio al crimen organizado y utilizar como anillo al dedo el miedo como ámbito público, y por igual muere cuando entre hermanos se levantan muros, rencores y resentimientos. La política es como una planta que debe regarse y cuidarse todos los días. Cuando nuestro jardín común es yermo, la política ha muerto. Y hoy en México la sequía en la pradera de la política amenaza con incendiar hasta los mismos cielos.


Publicado en LFMOpinión.

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