Espiral


Jamás vi un fantasma en Mexcalteco

La próxima vez que vea esos senderos boscosos interrumpidos de vez en vez por parajes súbitos, sabré darle los santos óleos a mi segunda juventud. Por eso le rehúyo y por eso le escribo.

#TheBunkerNoticias | Jamás vi un fantasma en Mexcalteco
Por: Francisco Cirigo
  • 29/08/2022

A Mexcalteco:

Cuando lo conocí, de la Ciudad de México a Mexcalteco se hacía cinco horas en autobús, dos más en camino de terracería, una hora de bajada en la cuesta empinada, profunda y siniestra y tres horas a pie de subida. En el inter, unos minutos en su río, el primero que vi en mi vida.

En Mexcalteco desdibujé a mi niño. Dejé mi infancia como se deja la placenta, el brillo de los ojos y la alegría del primer amor.

En tierra veracruzana oí a la barahúnda de corral volverse un rumor insípido. Vi a los perros flacos ser sustituidos por otros más flacos, sin alcanzar nunca una personalidad por culpa del hambre y los golpes.

En Mexcalteco se me reveló el secreto de la mujer, aquello que a los hombres nos hace inconmensurablemente felices o que bien puede volvernos miserables, menesterosos y posesivos.

De su humedad cálida, casi femenina; de su bruma; de sus chubascos eternos, saqué lo mejor y lo peor de mí. Hice compañía a un hombre moribundo por trabajo, enfermedad y desesperanza. De ahí nació, en torpe imitación de Daniel Santos, mi primer y más pueril verso:

“Ni el desierto más seco ni la helada Antártida son tan desolados como una cama vacía”.

Huyendo de Mexcalteco, entre los platanales macabros, miré los ojos de la desolación y una inocencia mutilada y desilusionada, sin rumbo.

Me enteré que ahí, por malentendidos u odio primigenio, se acribillaban a machetazos a las familias.

Vi hambre, vejez y una sinceridad suplicante, pero jamás vi un fantasma. Sufrí a los moquitos de la sierra y mi viaje más desafortunado en camioneta.

Y a ella, gozándola, también la sufrí. Aún tengo en mi memoria olfativa el aroma de esa piel. En mis ojos, la noche más estrellada y hermosa.

Por sus caminos caminé de la mano de mis hijas, cuando eran casi bebés, cuando veían a contraluz la silueta enorme y admirable de su padre, muchos años antes de saber que sólo era una persona más.

Sé por qué todos los hijos de este pueblo huyen de él y después regresan por temporadas por bocanadas de recuerdos y a respirar el olor dulzón de las hojas que se pudren en la tierra mojada.

Sé que extrañan el sudor pesado al caminar cuesta arriba, la gravedad de sus vueltas al campo o a la cancha de fútbol o a la escuela. En épocas de neblina, extrañan el calor que se acumula en las mejillas, en el mentón, en los bigotes y en el zurco entre los pechos; rehúyen de los amores malhabidos, del maltrato, del machismo y de la pobreza, porque es un sepulcro en vida de cholocos, tarántulas, auras y café.

Sin el engaño de la nostalgia o de la añoranza maternal y familiar, sólo mis ojos foráneos podrían saber lo que es Mexcalteco en realidad. Es un pueblo que regurgitaría mis secos huesos, si es que tuvieran la osadía de sepultarme ahí.

La próxima vez que vea esos senderos boscosos interrumpidos de vez en vez por parajes súbitos, sabré darle los santos óleos a mi segunda juventud. Por eso le rehúyo y por eso le escribo.

Sé que en Mexcalteco me amaron y sé que en Mexcalteco me odiarán. Es entonces, para mí, un lugar de certidumbres.

#TheBúnkerMX
#LFMOpinion
#RaícesDeManglar
#Letras
#Mexcalteco
#TheBunker


Notas Relacionadas