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Se juntan crisis alimentaria y deuda

Los países con mayor crisis de deuda podrían enfrentar ahora crisis alimentaria por incapacidad de producción e importación de alimentos. Mientras, aquí devastamos selvas y bosques para reforestarlos.

#TheBunkerNoticias | Se juntan crisis alimentaria y deuda
Por: Redacción
  • 07/08/2022

La guerra en Ucrania podría asestar pronto un trágico golpe a muchos de los países más pobres del mundo: sobre la crisis de la deuda amenaza una crisis alimentaria.

Con datos del Banco Mundial, los costos de importación de alimentos son los que más aumentan para los países. Durante el 2023 se espera que la cuenta de las importaciones de trigo, arroz y maíz en estos países aumente en un monto equivalente a más del 1% del PIB. Esto representa más del doble del incremento previsto para 2021-2022 que, dado el tamaño de estas economías, es el doble del aumento proyectado para las economías de ingreso mediano.

El peligro es que se sobrepongan ambas crisis, deuda y alimentaria en Afganistán, Eritrea, Mauritania, Somalia, Sudán, Tayikistán y Yemen. Pero varios países de ingreso mediano también están en peligro y ya atraviesan por una crisis simultánea de deuda y alimentos.

Una crisis alimentaria es devastadora por sí misma: la de 2008 impulsó la malnutrición, en particular entre los niños. En los países pobres llevó a las familias a vender objetos de valor para comprar alimentos. Se aceleraron las tasas de deserción escolar hasta un nivel del 50% entre los niños de estos hogares. Pero, cuando una crisis alimentaria coincide con una de deuda, los efectos se multiplican: una elevada deuda paraliza a los gobiernos locales y la asistencia internacional se convierte en la única salida.

Las economías más pobres, África en particular, dependen esencialmente de la importación de alimentos de Rusia y Ucrania. Son 25 las economías africanas importan al menos un tercio del trigo de esos dos países; la proporción es superior al 50% en 15 de ellas. Las posibilidades a corto plazo de encontrar fuentes alternativas dentro de África son escasas: el suministro regional es relativamente pequeño, y la capacidad de transporte y de almacenamiento es limitada en todo caso.

Súmesele la deuda que ha sido un problema creciente para estas economías, aún mucho antes de la pandemia de Covid-19. Hacia fines de 2020, la deuda pública con garantía pública de estas economías con acreedores extranjeros ascendía a un nivel sin precedentes de 123 mil 800 millones de dólares, lo que representa un aumento de casi el 7% en relación con 2010. Los pagos del servicio de la deuda de estas economías constituyen actualmente casi el 10% de sus ingresos de exportación, frente al cerca de 4% de hace una década.

Estos países, que ya estaban mal preparados para la crisis provocada por el coronavirus, y que llevó a muchos a una situación de sobreendeudamiento por miles de millones a pagar este año, no tienen capacidad para hacer frente a la crisis alimentaria que se avecina. Necesitarán ayuda desde el exterior.

Un primer paso debería ser aumentar la ayuda de emergencia para los países en riesgo. En los próximos 15 meses, el Grupo del Banco Mundial podrá disponer de hasta 30 mil millones de dólares para mejorar la seguridad alimentaria en las economías de desarrollo.

Los líderes de las naciones del Grupo de los Siete (G7), además, han prometido 4 mil 500 millones de dólares con el mismo objetivo. Los fondos internacionales deberían destinarse a personas en peligro inmediato, ayudando a los gobiernos a realizar transferencias monetarias específicas y eficaces en función de los costos a los hogares más vulnerables.

Estos fondos también deberían ayudar a los países en riesgo a realizar las inversiones necesarias para mejorar el acceso de los agricultores a los fertilizantes y transformar los sistemas alimentarios nacionales para que sean más productivos, eficientes y resilientes.

Pero, más allá de ofrecer ayuda de emergencia, todos los países comparten la obligación de no empeorar la situación de los países que corren mayor riesgo de sufrir una crisis alimentaria. Desgraciadamente, muchos de ellos ya repiten los errores de la crisis alimentaria de 2008. Para reducir los precios internos, demasiados países están imponiendo restricciones a las exportaciones de alimentos y fertilizantes. A principios de junio, 34 países lo habían hecho, casi el mismo número que durante la crisis alimentaria de 2008-2012. Estos esfuerzos inevitablemente tienen un efecto búmeran, ya que provocan un alza en vez de una reducción de los precios de los alimentos.

Por último, para los países con cargas insostenibles de la deuda, la reestructuración y el alivio de la deuda deberían ser una prioridad urgente.

Este año, un número cada vez mayor de países de ingreso bajo tendrá dificultades para pagar el servicio de su deuda. Si se acercan a esa posición, deben solicitar asistencia. Hasta ahora lo han hecho solo tres países y la lentitud de sus avances quizás está disuadiendo a otros a hacerlo. El Banco Mundial y el FMI han propuesto varias opciones para acelerar los procesos e incentivar la participación de los acreedores privados.

Por ello, los responsables de formular políticas de todo el mundo comparten la obligación de actuar con prontitud y determinación para prevenirla.

Con información de Banco Mundial Blog
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