Espiral


Violencia cotidiana

Nuestra sociedad está rota.

#TheBunkerNoticias | Violencia cotidiana
Por: Redacción
  • 30/06/2022

Clara Jusidman
Colaboradora invitada



La tristeza y la impotencia nos invaden por los altos niveles de violencia alcanzados en nuestro país.

Mayo pasado aparece como el mes más violento que hemos vivido por la cantidad de homicidios dolosos que se cometieron, mismos que continuaron en junio.

La prepotencia y la enfermedad mental de los perpetradores llevaron igual al asesinato de dos excepcionales jesuitas y de un conocido guía de turistas en Cerocahui, Chihuahua, a una joven cantante en el Suntory de Colonia del Valle de la Ciudad de México o a la muerte de seis policías por sicarios en Nuevo León.

Todos estos asesinatos son muestras del ejercicio del poder por personajes que poseen armas modernas y poderosas, son cabecillas o forman parte de los ejércitos del crimen organizado o tienen la certeza de que quedarán impunes por su capacidad de corrupción e influencia.

Son muestras de una sociedad rota, incapaz de poner límites, donde han fallado las familias, las escuelas, las comunidades mismas, pero, fundamentalmente, los gobiernos cuya principal función es proveer de seguridad a la población.

Son también el resultado de una economía mundial que antepone el lucro, las ganancias y la acumulación por encima de la vida y el bienestar de las personas. El éxito material e individual por encima del desarrollo espiritual y la solidaridad comunitaria. Donde se acepta el comercio de armas, de drogas y precursores para elaborarlas, de especies en peligro de extinción, de pornografía e incluso de órganos humanos y de personas.

Ante un contexto tan desfavorable qué podemos hacer cada uno de nosotros para empezar o intentar revertir tanta violencia en nuestro entorno.

Se dice que si se quiere cambiar una situación no deben seguirse las mismas prácticas. Por ello sería útil que cada uno revisemos los comportamientos que tenemos y que pueden contener actitudes violentas desde el trato a nuestros familiares y amigos cercanos, a nuestros compañeros de trabajo o de escuela o a nuestros trabajadores cuando los tenemos.

Por ejemplo, revisar cómo estamos enseñando a nuestros hijos e hijas a resolver conflictos; cómo los resolvemos con nuestra pareja; cómo tratamos a las personas que nos prestan algún servicio, como los choferes del transporte público, o quienes nos atienden en fondas, restaurantes, comedores o quienes asean las calles, baños u oficinas, e igual, cómo tratamos a quienes les brindamos nuestros servicios como pacientes, alumnos, pasajeros, usuarios de servicios bancarios, entre otros.

Lo más frecuente es que establezcamos relaciones de poder y pensemos que estamos por encima de los otros, o bien, en el otro extremo, que nos consideremos como subordinados y aceptemos el trato que nos dan. Es la relación del “poder sobre” donde la persona poderosa puede tratar a su gusto a las personas subordinadas: hablarles mal, darles órdenes absurdas, maltratarlas e incluso golpearlas, abusarlas de miles de formas como es pagarles menos por su trabajo o por sus servicios, robarles, no reconocerles sus derechos laborales, exigirles más horas de trabajo y la forma más frecuente: invisibilizarlas, mostrarles que para uno no existen, que no son personas con identidad propia.

La invisibilización de los otros es una forma muy frecuente de ejercer violencia hacia los niños, niñas y adolescentes, hacia los jóvenes, mujeres y personas mayores o hacia las poblaciones originarias o en general, hacia aquellas que pensamos no pertenecen a nuestro círculo social por tener una religión u origen, un nivel socioeconómico o un color de piel diferente.

Estas conductas de maltrato ejercidas cotidianamente van generando resentimiento, odio, deseos de venganza. Son la simiente de las violencias. Si, además, ese maltrato lo recibimos una y otra vez a lo largo de nuestras vidas nuestro resentimiento se profundiza.

Todos necesitamos ser reconocidos como seres humanos dignos y reconocidos como tales.

Para cambiar la situación empecemos por tratar bien a todas las personas, aceptemos que todas somos personas dignas y, muy importante, si hay oportunidad procuremos conversar, dialogar y escuchar a los otros y a las otras. Seguramente aprenderemos mucho y conoceremos mejor sus experiencias, preocupaciones e intereses.

Publicado en LFMOpinión.

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