Panóptico


Seductor y redentor

Todo redentor empieza seduciendo y acaba sometiendo.

#TheBunkerNoticias | Seductor y redentor
Por: Luis Farias Mackey
  • 18/06/2022

A José Newman




El seductor seduce y engaña. El redentor también, pero sus fascinaciones y artimañas son diferentes.

El seductor sabe que miente, en su fuero interno lo reconoce y presume: es verdadero con él en el mentir.

El seductor sabe que hace mal y lo goza: soy bueno en mi maldad.

El redentor se engaña a sí mismo, se cree sus mentiras: está convencido de ser portador de la verdad y personificar el bien.

Es, en palabras de mi amigo José Newman, expresión del “buenismo”.

El seductor acepta en él el bien y el mal, aunque las más de las veces confunde el mal con el bien; pero no niega el mal, es mas, se sabe malo y ese es su mayor orgullo.

El redentor no, él es holísticamente bueno. En él no hay mal posible: el mal siempre está fuera de él, en los otros. Su misión es combatirlo en todas sus expresiones. Él no miente, aunque su mentira sea del tamaño de una catedral; él jamás hace el mal, aunque Herodes quede como niño de pecho frente al desabasto de quimioterapias para niños; él jamás se equivoca, aunque inunde a los más pobres; él solo busca el bien y, por tanto, solo hace el bien, aunque el baño de sangre rebase toda ficción.

Si al redentor se le quema el agua, no es culpa suya. Siempre en su contra está el mal que lo acecha sin misericordia para que no cumpla su misión redentora. Hasta sus males orgánicos y emocionales son culpa del otro, del mal.

En el seductor la mentira es bella; en el redentor es mortal. El seductor, a riesgo de dejar de serlo, no puede dejar de cautivar, halagar, engañar; de cara a él el otro —el seducido— siempre disfruta el trance: al momento que deja de gozar acaba la seducción

Todo redentor empieza como seductor; no se puede redimir sin seducir, pero a diferencia de aquel, el redentor, instalado en el “buenismo”, termina pronto en tirano y tempestad, como el Dios furioso del Viejo Testamento. Su furia no conoce límites. La seducción del redentor, siempre termina en sometimiento y tormento.

En ambos casos, seducción y redención, el otro —el seducido o redimido— es exterminado en su persona y querer. En un caso engañado con lisonjas y placer; en el otro en su libertad y hasta vida. Quizás no en su vida física, es decir, en dejar de existir. Aunque se dan casos, véase la tasa de homicidios dolosos por omisión del Estado; pero sí dejar de existir en la espontaneidad de su vida, en su libertad, porque para ser redimido a una nueva vida debe cesar tu vida propia para que sea redimida bajo el control del redentor, que la hace suya.


Publicado en LFMOpinión.

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