Panóptico


Odres nuevos

El riesgo es quedarnos sin odres y sin vino.

#TheBunkerNoticias | Odres nuevos
Por: Luis Farias Mackey
  • 14/06/2022

La parábola del vino nuevo en odres viejos nos habla de dos fenómenos siempre en pugna: los que podríamos llamar cisma e inmovilismo. Cada uno tiene sus circunstancias singulares.

Pero la alegoría no habla tanto del vino nuevo y su contexto, como de la negligencia de los odres viejos a morir. Partamos que todo odre viejo fue en algún momento recipiente de vino nuevo. Fue cisma, explosión, efervescencia; fin de algo previo, movimiento y cambio, nueva experiencia, aromas vírgenes, gustos y conductas diferentes. Un estallido que se expandió y terminó por asentarse, hasta hacerse costumbre, paisaje, inmovilismo; cuero reseco.

Pues bien, ya asegurado, todo sistema estático es forzosamente autoritario. Por ello, el problema de todo vino nuevo siempre son los odres viejos, convertidos en sepulcros, liturgias y dogmas: símbolos, lemas, seguridades. No aportan nada, solo restan. Las mañaneras son un sistema estático que repite sin fin un mismo delirio matutino y sexenal.

El odre viejo es una verdad sabida, ajada y aceda; pero segura, cómoda; hace las cosas simples y los caminos conocidos. Pero no crea nada nuevo.

Y es en esa seguridad y la apatía y en miedo por lo que hay más allá del corral de las mascotas, que se cambian los papeles y la parábola misma: ya no es el vino nuevo el que se echa a perder en odres viejos, sino éstos al recibirlo. No la sobrevivencia de algo nuevo, sino la momificación de lo viejo en riesgo ante lo diferente.

Hace casi 22 años, en una cena el primero de diciembre de 2000, se me preguntó qué hacer con el PRI. Dije entonces: definir primero de qué PRI estamos hablando, porque había muchos y todos desmandados; darle cabal sepultura a todos; crear algo nuevo y funcional desde cero y escoger muy bien con quiénes, de suerte de no hacernos de peso muerto ni desvergüenzas. Se me contestó entonces lo de siempre: la marca, los colores, la historia, la ubicación en la boleta electoral: paparruchas que no dan vida a algo muerto. El PRI del 2012 fue un club de gobernadores jóvenes y corruptos, bajo la mafia de lo que se llamó Fuerza Mexiquense: un ejército mercenario de mapaches electorales. El de hoy, es el PARM de López Obrador, sin general alguno de prestigio ni Revolución.

Y qué creen, hace 20 años una comisión de expresidentes del PRI sesionó en mesas sin fin para llenar gruesas carpetas que terminaron en el olvido. La oportunidad de empezar de nuevo se perdió en discursos que nadie escuchó. Hoy la historia se repite, hasta con algunos mismos personajes, pero como caricatura, cuando no como tragedia. ¿Perderán el tiempo los muertos o lo pierden quienes se los brindan?

La parábola de hoy no es salvar el vino nuevo de odres viejos; sino los odres viejos del vino nuevo.

Tirar el vino nuevo, como tiramos nuestro sistema de salud, la compra consolidada de medicamentos, la calidad educativa, los fideicomisos, el NAIM, la división de poderes, la dignidad del Congreso, la honra en la Corte y la vergüenza en el federalismo, entre otras tantas dilapidaciones, para meter a México en el sarcófago de un pasado delirante.

El odre de la 4T es un pellejo reseco, podrido y perforado: lo que en él echemos está condenado a la nada. Es un hoyo negro.

Pero el de la 4T no es nuestro único odre viejo: tenemos colección de ellos. Los partidos son otros odres en peligro de matar cualquier vino nuevo. Así junten sus marchitos pellejos en alianzas remendonas; no habrá vino nuevo que en su interior sobreviva.

Los odres viejos de los partidos lo saben bien y por eso cerraron la puerta a nuevos odres-partido, de suerte que solo una vez cada seis años se pueda intentar fabricar uno y con todos ellos jugándole al Herodes. No tenemos oportunidad legal ni tiempo de crear algo nuevo, pero sí de salvar al vino nuevo de los pellejos muertos.

Hagamos con los odres-partidos escudos electorales que reciban en su ajado cuero las flechas y golpes de la antidemocracia en el poder, pero no recipientes del vino nuevo de la sociedad; démosles la oportunidad de morir como héroes en la última y decisiva batalla en que se decidirá si es México digno de vino nuevo o está condenado a ser momia. Bajo sus escudos movamos el vino nuevo en recipientes dúctiles de una sociedad resucitada hacia un México de encuentro, luz, prosperidad, justicia y mañana.

Acudamos por un momento a Zygmunt Bauman y su concepto “modernidad líquida”. Para él, los odres viejos ya no son más: las realidades sólidas de nuestros abuelos, como el trabajo y el matrimonio para toda la vida, se han desvanecido, dando paso a un mundo más precario, provisional, ansioso y, con frecuencia, agotador.

Hoy, nos dice: “No creemos que haya soluciones definitivas y no sólo eso: no nos gustan (…) Estamos acostumbrados a un tiempo veloz, seguros de que las cosas no van a durar mucho, de que van a aparecer nuevas oportunidades que van a devaluar las existentes. Y sucede en todos los aspectos de la vida. Con los objetos materiales y con las relaciones con la gente. Y con la propia relación que tenemos con nosotros mismos, cómo nos evaluamos, qué imagen tenemos de nuestra persona, qué ambición permitimos que nos guíe. Todo cambia de un momento a otro, somos conscientes de que somos cambiables y por lo tanto tenemos miedo de fijar nada para siempre”.

Ello nos lleva a ser flexibles, pero “qué significa ser flexible? Significa que no estés comprometido con nada para siempre, sino listo para cambiar la sintonía, la mente, en cualquier momento en el que sea requerido. Esto crea una situación líquida. Como un líquido en un vaso, en el que el más ligero empujón cambia la forma del agua. Y esto está por todas partes”.

“Hoy hay una enorme cantidad de gente que quiere el cambio, que tiene ideas de cómo hacer el mundo mejor no sólo para ellos sino también para los demás, más hospitalario. Pero en la sociedad contemporánea, en la que somos más libres que nunca antes, a la vez somos también más impotentes que en ningún otro momento de la historia. Todos sentimos la desagradable experiencia de ser incapaces de cambiar nada. Somos un conjunto de individuos con buenas intenciones, pero que entre sus intenciones y diseños y la realidad hay mucha distancia. Todos sufrimos ahora más que en cualquier otro momento la falta absoluta de agentes, de instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente”.

La falta absoluta de agentes e instituciones colectivas capaces de actuar efectivamente son los odres viejos en su reseca inflexibilidad. Hagamos la hazaña que crear nuevos odres para nuevos vinos.

A riesgo de quedarnos sin odres y sin vino.

#TheBúnkerMX
#LFMOpinion
#Parreshia
#Odres
#Vino
#Flexibilidad
#4T
#Partidos
#PRI
#ModernidaLiquida
#Bauman
#TheBunker


Notas Relacionadas