Decía Agustín, compañero de la universidad, que el orden de los aguacates no altera el guacamole. Pero en política el orden de los factores sí y mucho.

Nuestro atavismo político nos condena a buscar por delante al próximo salvador de la nación.

Yo sostengo que no. Que tenemos que cambiar el modelo y la conducta.

En otras palabras, primero nos casamos y luego vemos que vamos a hacer con nuestro matrimonio. Insisto, Fox sacó al PRI de Los Pinos y luego no supo qué hacer.

¿Y qué decir de López Obrador, de quien hasta Cuauhtémoc Cárdenas dice que no tiene rumbo ni Proyecto de Nación; que hay que buscar otros caminos?

Primero escogemos a quién y luego cargamos por seis años la ausencia de los qué y los cómo.

Eso no quiere decir que todas estas pulsaciones que cruzan todas las franjas de la diversa sociedad mexicana no expresen una preocupación que nos unifica e identifica: No queremos seguir así. No podemos seguir por el "sin rumbo" de este gobierno.

Esto es ya un gran logro, quizás no estructurado y expresado en una oposición orgánica, pero, como los movimientos telúricos, bajo nuestros pies hay un México en efervescencia presto a brotar. ¡No desesperemos!

Y sobre todo, no reditemos la crisis: buscar al hombre providencial, en lugar de las soluciones posibles.

Pudiéramos empezar por construir cuatro o cinco grandes acuerdos, por ejemplo:

1. Recuperar el timón de la nación e imprimirle un nuevo rumbo a su extravío.

2. Mejorar las condiciones de vida de los mexicanos (salud, educación, alimentación, empleo, salario, economía, medio ambiente).

3. Tener una verdadera estrategia de seguridad y no un lema de campaña.

4. Imponer controles políticos que impidan que un hombre pueda volverse a apoderar del Estado.

5. Defender libertades, derechos, democracia y República.

Deliberemos luego cómo lograr estos u otros objetivos, sumemos propuestas, emoción y voluntades.

Finalmente, postulemos un proyecto ampliamente apoyado y, entonces, busquemos quién pudiera ser la persona más indicada para comprometerse a llevarlo a cabo ante la sociedad.

Primero el qué y luego el quién.

Pudiera ser que lleguemos a la misma persona, pero llegaría comprometida a un proyecto y acotada a no desatar sus ansias de grandeza.

Pudiera ser que no. Que surjan de la sociedad nuevos liderazgos, formas de asociación y participación política y un nuevo modelo de hacer política en México.

Lo que no podemos es tropezar con la misma piedra y peor personaje, a riesgo de llegar a la transformación de quinta.


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