Espiral


Ángeles y demonios

Mientras ella cantaba, yo embelesado flotaba emocionado por el oído… y el tacto.

#TheBunkerNoticias | Ángeles y demonios
Por: Arturo Martinez Caceres
  • 25/05/2022

El viaje fue atractivo, al caer la tarde una hora y media después estábamos ya instalados en la sala de conciertos. Una universidad que se ve sensacional, acogedora, limpia, llena de rosales floridos. Un diseño moderno con edificios que dan sentido estético al campus y que rodean los parques y áreas verdes. Estoy seguro que de tener la posibilidad de regresar a estudiar literatura o semántica aquí lo haría sin dudarlo.

Mi mujer ordenó un café con crema y yo una copa de Malbec, para estar en Buenos Aires sin estarlo.

Hace casi un siglo fuimos ahí y escuchamos cantar tango a mi preferida Susana Rinaldi. La recuerdo como si fuera ayer, una de las más bellas experiencias de comunicación en mi vida, mientras ella cantaba y yo embelesado flotaba emocionado por el oído… y el tacto (basta que haya alguien que entienda, que recuerde), “Hoy es siempre todavía”, como dijera el gran Machado.

Astor Pantaleón Piazzolla, de ascendencia italiana, nació en 1921 en Mar del Plata, Argentina. A los 4 años emigró a Nueva York, a Greenwich Village, en aquellos años un violento vecindario de contrabandistas, gánsteres potenciales y trabajadores de cuello blanco. Ahí ganó el sobrenombre de “lefty” por su privilegiada izquierda para salvar el pellejo, sobrevivir y tocar con maestría el bandoneón. Piazzolla fue compositor de tango, arreglista y un virtuoso músico ejecutante. Desarrolló el ‘nuevo tango’ con elementos de jazz y la influencia de música clásica con tiempos musicales de estilo barroco, preferentemente Bach.

Sedujo a su primera esposa estando ella casada. Peleó por ella. Se dice que presumió haberla conquistado con poesía, música y su zurda. Una combinación infalible de amor y poder, como cuando escuché a la Rinaldi en el Teatro Colón, envuelto en deseo y vi tus lágrimas de ojos maravillados, mientras mis manos descubrían tu ritmo.

El programa es todo Piazolla, con el quinteto de Philippe Quint, que desborda destreza y musicalidad. Primero Michelangelo 70, que no es en honor del genial renacentista, sino un tugurio de esa década donde se refugiaron músicos y melómanos.

Milonga del ángel y Muerte del ángel dan paso a Le Grand Tango, creo que de la época de París, cuando a los 35 años estudio con la afamada Nadia Bulanger en el Conservatorio de Fontainebleau y que fue un parteaguas en su carrera. Con ella aprendió contrapunto y oyó a Gerry Mulligan, que tuvo influencia en la formación de su Orquesta de Cuerdas: el Octeto Buenos Aires con la inclusión de piano, cello, guitarra eléctrica, violín, contrabajo y la buena práctica de tocar los bandoneones parados con la pierna izquierda en un taburete. Antes, el instrumento de origen alemán se tocaba siempre sentado.

La idea original era elevar la calidad del tango y conquistar la aceptación del público escucha. El llamado ‘tango nuevo’ se consolidó en la vanguardia.

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Yo soy María de la Ópera María de Buenos Aires y Siempre se vuelve a Buenos Aires, se agradecen por su sencillez y buen ritmo. En seguida se presenta el conocido Libertango que no requiere presentación.

El plato fuerte es la composición intitulada Las Cuatro Estaciones Porteñas: una obra admirable del nuevo tango: Verano, Otoño, Invierno y Primavera y de la madurez del compositor ya universal, a pesar de su ostentosa musicalidad argentina.

El concierto termina con Oblivion, Histoire du Tango y una pieza para celebrar Concierto para Quinteto.

Y uno se queda con la sensación de poder alargar la escucha hasta la madrugada, el placer de la música se va diluyendo poco a poco, mas queda la sensación de poder regresar pronto y de llevarnos para siempre algún acorde.

El director del teatro baja a saludar a los comensales y agradecer a los presentes, resalta el trabajo de voluntarios estudiantes y acomodadoras que además revisaron los certificados de vacunación y los boletos. Por supuesto ellas también fueron imprescindibles para alargar el aplauso. Todo funciona aquí como un ejercicio profesional hecho por maestros y estudiantes orgullosos por la presentación de la música de Piazzolla, un músico universal a pesar de su declaración de ser sólo argentino.

Así se refirió el mismo a su obra, reflejo de vida: ‘De ángeles o demonios’. Juzgue usted.

En el camino de regreso a casa, prendo el radio: nada ha cambiado, a pesar de la evasión musical, la guerra de la invasión rusa a Ucrania sigue en el día 90; niños, mujeres y ancianos se refugian en el extranjero. La destrucción persiste. El embajador ajonjolí de todos los moles, de sombrero vaquero, se la vive en Palacio Nacional, ¿o serán Los Pinos? El odio contra el presidente se expresa en sesudos análisis radiofónicos y él los manda al carajo. Siguen los feminicidios. Una sola buena noticia: el Pachuca eliminó al Ame mientras yo quiero seguir bailando tango, entre mis brazos te acercas, te alejas. Nunca te quedas quieta y me muero de deseo, mientras el bandoneón resuena y me duermo noqueando con la izquierda al esposo de la mujer casada. Estoy en la Village y Astor me invita a tocar con el Quinteto rumbo a Paris.


Publicado en LFMOpinión.

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