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Golpes de Estado… y golpecitos

El golpe de Estado ha estado presente constantemente en la narrativa de la 4T. Hoy lo hace en su versión de golpe blando.

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Por: Arturo Martinez Caceres
  • 23/02/2022

Un golpe de Estado es la toma del poder político de forma ilegal, violenta, repentina. Se trata de un acto de compromiso con la fuerza. Generalmente se realiza por militares o con el apoyo de grupos armados, cuando se desplaza al gobierno legalmente constituido.

En la historia de América Latina, a fuerzas nos hemos hecho especialistas en aguantar golpes de Estado, frecuentes en los siglos XIX, XX y XXI y, a veces, hemos aprendido a tolerar el diseño y ejecución de golpecitos que no llegan a cuajar, pero que derraman bilis, en ocasiones sangre y otros graves costos.

Se dice que los golpecitos son charlatanería o golpes blandos en las batallas por el futuro de la Nación.

También en nuestra historia ha habido capirotazos o pinchazos para repartir al mundo, para vergüenza y humillación de sus autores. Como abortos vergonzantes para ocupar posiciones e influencia.

Como muchas otras cosas que hay que considerar en la historia, la teoría y práctica de los golpes de Estado tienen su origen sistemático en Francia.

Los reyes absolutos acostumbraron enfrentar a enemigos sin respetar legislación, costumbres y normas morales, frente a lo que se consideró mantener la seguridad del bien común. L’Etat c’est moi es también la expresión del poder absoluto, sin límites, ni rivales. Nada pasa sin la autorización de Luis XIV, el Rey Sol. Sin embargo, durante su reinado se consolidó un Parlamento de nobles opositores y una poderosa burocracia burguesa que más tarde participó en la Revolución de 1789: Liberté, Egalité, Fraternité.

Para enfrentar diversas asonadas, Luis XIV se fingió dormido en alguna ocasión y con Mazarino aprendió la estrategia de los autogolpes para destruir a sus opositores.

Los golpes de Estado en el mundo son ejecutados mayoritariamente por el ejército y han sido financiados, aceitados y apoyados por la CIA y otras agencias similares que se identifican con los intereses del gran capital o de gobiernos metrópoli dominantes, los dueños de medios de comunicación, las empresas o fondos de inversión de frutas de alta demanda, minería de oro, plata, mercurio, litio y minerales radioactivos, petróleo, agricultura orgánica, generación de energías limpias, puertos ultra modernos, comunicaciones digitales y turismo de élite, por ejemplo.

En México, el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez fueron asesinados en una conspiración contra el gobierno legítimo auspiciada por el general Huerta y el ominoso embajador Wilson de los EUA. Ello derivó en la Revolución Mexicana de 1910-1917, con Porfirio Díaz en el exilio y condiciones sociales de polarización que privan hasta nuestros días.

En 1930 fue publicado el libro de Curzio Malaparte, ‘Técnica del Golpe de Estado’, a partir de acciones del fascismo y del nazismo. Aquí se aplica el concepto de Golpe de Estado, no sólo a las operaciones violentas de cambio de gobierno ejecutadas por integrantes del propio estado, sino también por poderes civiles que mediante la desestabilización social provocan la caída del gobierno legalmente constituido, por el uso de propaganda para la conquista del poder y el dominio de la economía.

La militarización del subcontinente latinoamericano entre los años cincuenta y los setenta del siglo pasado corresponde también a la crisis del crecimiento versus el desarrollo económico, la incapacidad del Estado como articulador social, la aparición de violencia y de procesos represivos y autoritarios de gobiernos títere, alejados de las necesidades populares y cercanos al gran capital nativo y extranjero, hacia la máxima explotación posible y la generación de privilegios para las élites.

En Guatemala, la United Fruit Company, respaldada por el gobierno estadounidense y los terratenientes locales, en 1954 derrocaron a Jacobo Arbenz, lo que originó alrededor de 40 años de lucha civil.

En Brasil en 1964, los EUA respaldaron el golpe contra Joao Goulart, para, según declaración del presidente Kennedy: “Evitar tener en las Américas otra China o Cuba”.

En Argentina las fuerzas armadas derrocaron a Isabel Perón en 1976 e impusieron al general Videla con un costo de alrededor de 40 mil desaparecidos y muertos, mientras Kissinger supervisó la estrategia de detenciones, torturas y reubicaciones de mujeres embarazas y niños recién nacidos dados en adopción.

En Chile, en 1973, fuerzas de la oligarquía con apoyo estadounidense, en medio de una cruenta guerra previa comercial y económica de varios años, derrocaron al presidente Salvador Allende. La CIA y Nixon justificaron su intromisión por las inclinaciones socialistas del gobierno legalmente constituido.

Hoy la técnica del golpe de Estado o golpes de mercado es diseñada desde las llamadas redes sociales, desde el poder agroindustrial y financiero. Se manejan portales como LatinUs o letrinus y otros de igual catadura financiados por el gran capital estadounidense. Se trata de desprestigiar. No importa si lo que se dice es verdad o es mentira. El escándalo es la nota. Y las redes sociales con granjas de bots son parte del esquema de desprestigio.

Más aún cuando la 4T ha acumulado asignaturas pendientes como menor creación de empleo productivo que el originalmente esperado y, por tanto, menor crecimiento anual de la economía, informalidad creciente, inseguridad y violencia generalizadas, además de serios rezagos en salud y educación. Esperanza frente a realidad.

Desde luego la pandemia, la lucha contra la corrupción y los privilegios (ya pagan impuestos muchos que no lo hacían hasta recientemente) y las diferencias en el “estilo personal de gobernar”, han sumado un ambiente de polarización para poder pacificar el país o reducir la pobreza, a pesar de los aciertos de la política económica de no endeudamiento y certidumbre legal para la inversión, especialmente la extranjera.

En cambio, muchos de los grandes capitalistas nacionales han preferido entrar en pausa o explorar nuevos horizontes resguardados en mercados fuera del país, en paraísos fiscales como Andorra, Islas Caimán, Islas Vírgenes, Bermuda, Panamá, Luxemburgo o los cercanos EUA, para regresar, en su momento, con más fuerza a la revancha.

Mientras, las empresas privadas extranjeras y consentidas de administraciones anteriores como Iberdrola —por cierto, propiedad de un fondo internacional originario de Qatar—, OHL, Repsol y Odebrecht, entre otras, han agachado la cabeza al ser ampliamente denostadas, cuando lo esperado hubiera sido combatir sus privilegios y abusos con base en la legislación, el marco jurídico y el trabajo de investigación de la Fiscalía General de la República (cuando despierte, si acaso).

Hoy en México, el ambiente de crispación y enfrentamiento hace pensar que no es exagerado plantear que el futuro de la Nación está en juego.

En este ambiente, el golpe blando se extiende. Entre alternativas claramente diferenciadas: la 4T y su atractiva, utópica y necesaria lucha por fomentar un México más justo y equilibrado frente a una oposición rabiosa, con su griterío femenino en las Cámaras, como gineceo generador de insultos, su comprobado cinismo político y su radicalismo oportunista contra las políticas de control, diferentes, que pudieran obstaculizar los negocios con el sector público y combatir la corrupción.

Como dijera el irlandés George Bernard Shaw: “En realidad no debiera haber problema social. A los pobres la pobreza los atormenta, a los ricos las utilidades”.

En este tenor, lamento el asesinato de periodistas y otros hombres y mujeres en este estira y afloja vergonzoso por el poder y el dinero. Por los privilegios y los negocios.

Especialmente duele la pérdida de Lourdes Maldonado, de Baja California, a quien conocí y aprecié. Descansa en paz.


Publicado en LFMOpinión.

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