López Obrador no gobierna, simboliza.
lfmopinion.com
Peña no gobernaba, reinaba. López Obrador no gobierna, simboliza.
Ante pruebas fehacientes de gobernadores de su corral aliados con el narcotráfico, hundidos en denuncias por violaciones a Derechos Humanos y abuso de autoridad, ahogándose en pilas de asesinados —que se dan el lujo de aventarlos a las puertas de sus palacetes— y rebasados en todos los frentes de la realidad; y de cara a un pleito de cantina entre dos de sus perros de caza, López saca los glúteos de Carla Bruni por respuesta.
Frente a este ejemplo irrebatible, el símbolo de mayor uso —demanda, podríamos decir— es el pañuelito blanco ondeando al tiempo de decir “se acabó la corrupción”, “ya no hay corrupción”.
Resalta que el símbolo sea tenido que sacar casi de a tiro por viaje, pero ello habla de su frecuencia, no de su consistencia.
Pero nadie podrá decir que no le funciona. A grado tal que no hay quien, tras el pañuelito no vea la imposibilidad material de su aserto.
Vemos el pañuelito, reaccionamos a la provocación, hacemos memes, estadísticas, sesudos análisis, biliares respuestas, pero nadie ve lo obvio de su propia negativa.
Decir que se acabó la corrupción es como decir que se acabó la enfermedad. ¿Cuál?, dirá usted. Cualquiera
La corrupción es el gran símbolo multiusos de López, con tantas acepciones como se le quiera encontrar: herencia del pasado, mácula de sus adversarios, definición de neoliberalismo, dragón de la 4T, definición de todo mal, agenda universal, cruzada de fe, excusa para condenar, garlito del austericidio, razón para eximirse de la ley, argumento para desaparecer instituciones. Más lo que quiera usted agregar.
A grado tal que habla de un delito de corrupción que no existe. Existen conductas tipificadas que pudieran englobarse como propias de la corrupción, pero no hay delito de corrupción definido ni penado por la legislación mexicana. Una prueba más de su carácter de símbolo.
Pero vayamos al contenido y aserto del símbolo. “Se acabó la corrupción”, así, por declaración, por decreto. “Ya no hay corrupción”, eso es cosa del pasado, no de la naturaleza humana.
La corrupción regida ahora por leyes naturales, inviolables, como la gravedad. Leyes naturales un tanto cuanto caprichosas, porque antes de la 4T no existían y ahora sí.
Cuando la corrupción es un problema de conducta y la conducta puede ser de innúmeras maneras, unas correctas y otras no. Para encauzar las primeras y combatir las segundas, la ley sanciona las conductas que no deben ser, pero que pueden ser.
El pañuelito y su proclama son la corrupción más grande de la razón.
Es tanto como detener el universo. Implica declarar que la libertad propia del ser humano, su espontaneidad y su responsabilidad ya no es más porque lo dice un pañuelo.
El problema es cuando la realidad muestra todos los días conductas penadas por la ley de naturaleza corrupta y más aún cuando éstas son perseguidas —luego entonces, sí existen— en sus enemigos y obviadas con el trasero de Carla Bruni en los de casa.
PS. Mis respetos a la Carla Bruni.
Publicado en LFMOpinión.
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