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Claudia se suelta el pelo ante El País

Bajo el Manual de Campaña lopezobradorista, Claudia Sheinbaum lanza su candidatura al mundo en entrevista y precampaña en las páginas de El País, a quien no le pidió disculpas por la Conquista en esta ocasión.

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Por: Luis Farias Mackey
  • 21/11/2021

El reportaje de campaña anticipada empieza asociándola con el fin de la Guerra de Vietnam: “El día que se anunció el fin de la Guerra de Vietnam, en abril de 1975, una niña mexicana de 12 años se sintió orgullosa. Ella había contribuido al final de ese conflicto que tenía en vilo a medio mundo con su protesta en la escuela unos meses atrás”.

Javier Lafuente en las páginas de El País, empieza así su texto sobre Claudia Sheinbaum, a quien pinta en ese entonces como una niña ingenua y ahora “inquilina de uno de los edificios que cobijan al Zócalo de la capital de México, como Jefa de Gobierno de la ciudad de habla hispana más grande del mundo. Todo ello fruto, asegura, de una profunda convicción política de izquierda con la que aspira, dentro de tres años, a cruzar la calle e instalarse en el Palacio Nacional como presidenta. Un tema del que no es que disfrute hablando, pero que ya no oculta” y si se lo piden hasta posa para la foto.

Lafuente la compara con alcaldesas de París, Barcelona, Madrid y Bogotá, para luego argüir que, “de Sheinbaum se sabe poco y, si no fuese por los esfuerzos de sus colaboradores —también los propios, claro— que la han convencido de que debe proyectarse para futuras aventuras”, aunque apunta con falso rubor, “a ella le gustaría que siguiese siendo así”.

Pero “ni modo”, dice, “una tarde de finales de octubre, Sheinbaum se acomoda en la antesala de su despacho y —después de pedir permiso para retirarse un cubrebocas que no acostumbra a quitarse e invitar a lo mismo—, en casi dos horas de conversación, tira abajo cualquier idea preconcebida sobre su personalidad”, anota el publicista para inyectar un poco de suspenso”.

Y para quien vea en ella a una “mujer aparentemente fría, desconfiada, de rictus enojoso”, le presenta a “alguien que bromea y conversa mucho sin poder evitar, eso sí, cierta distancia al tratar algunos temas, como —no podía faltar, como marcan los cánones— su relación con López Obrador y sus aspiraciones políticas” personales, como si no fueran ellas la razón de la entrevista y sesión de fotografías.

No, no todo es comer tacos de canasta, Sheinbaum se da también tiempo de entrar a las páginas internacionales con fotos de estudio.

Sheinbaum disfruta hablar de su "militancia política y que admite que le dan 'hueva' las estructuras partidistas. Licenciada en Física y doctora en Ingeniería Ambiental, se define como ‘universitaria’, ‘investigadora’, ‘científica’ y ‘gobernante obsesiva’”.

“Uy, yo soy muy exigente” y narra en la propia voz de la entrevistada que “la frase que más escuchan de mí es que aquí no hay autocomplacencias. Claro que nos alegramos de los triunfos y los disfrutamos juntos, pero me refiero a la cotidianeidad, cuando alguien pretende justificarse por algo que no ha hecho y me dice: ‘No, es que la culpa la tiene el otro, porque yo…’. No, a mí eso no me vale”, se describe Sheinbaum como dama de hierro.

Dando paso al tema de rigor en estos tiempos y en esas aspiraciones: López Obrador. Claudia no entiende su forma de hacer política “sin la figura del presidente de México, a quien conoció poco antes de que ocupara su cargo como jefe de gobierno del Distrito Federal en 2000 y de quien fue secretaria de Medio Ambiente durante el sexenio al frente de la capital. En aquella época puso en marcha el primer Metrobús y, dos décadas después, la movilidad sigue siendo uno de los pilares sobre los que construye la ciudad”.

Pero que no quede duda, “en este tiempo se ha convertido en una aliada incondicional” y no pocos desliza como si nada la pluma de Lafuente, consideran a Sheinbaum la preferida del presidente para sucederlo y ser la próxima candidata de Morena”.

“Ella lo mismo le llama 'AMLO' que 'Andrés Manuel' o 'presidente López Obrador', y se refiere a él siempre con admiración”. ¡¿Quién lo fuera a creer?!

“Llevamos tantos años de lucha juntos que un cubrebocas no nos va a dividir, sencillamente yo pensaba de esa manera y así lo dije, pero tampoco critico la otra”, dice ella.

¿Y nunca discuten?, le pregunta el reportero: “No se lo voy a decir, porque esa sería la nota”, responde la fidelidad hecha mujer.

Pero para no mandar un mensaje al despacho de la contraesquina, la jefa de gobierno acota: “Pensar que tenemos diferencias en lo sustantivo cuando venimos del mismo movimiento sería absurdo, ¿no? Ahora, él estudió Ciencias Políticas y yo Física; yo soy mujer, él hombre; él es de Tepetitán, en Tabasco, yo soy chilanga [de Ciudad de México]. Claro que hay maneras distintas de entender el mundo sencillamente por dónde vienes, pero hay una coincidencia muy grande en las transformaciones que requiere el país”.

Y cumplido el requisito número uno de su mensaje, pasan a hablar de ella, que encontró al llegar al gobierno de la ciudad que la “mística del trabajo” que ella había vivenciado en el sexenio de López Obrador en la jefatura de gobierno de Ciudad de México, se había perdido. “Todo se corrompió, y reconstruir desde arriba hasta abajo lleva su tiempo, y mucho tiene que ver con el trato que tenemos los servidores públicos. Aquí llegas y saludas a la persona que esté en la entrada de la misma manera que saludas al más rico de la ciudad. Esa mística se había perdido por completo”.

Su trato con la gente y su aparente frialdad fue el siguiente tema: “Uno de los momentos más evidentes ocurrió hace unos meses durante una de las peores crisis de su gobierno. Cuando un tramo del metro se vino abajo en mayo y murieron 22 personas, se le afeó que apenas tuvo un gesto en público con las familias. Al tiempo que le llovían críticas, había ordenado a cada uno de sus secretarios —el equivalente a concejales— que diesen seguimiento de sus necesidades con llamadas a diario a los familiares de las víctimas. También recuerda cómo el 24 de diciembre del año pasado, en el peor momento de la pandemia en la capital —al que se llegó no sin pocas críticas por la tardanza en decretar el semáforo rojo, la máxima alerta en la ciudad ante el alza de hospitalizaciones—, se desplazó al centro del control de la ciudad ante el colapso y la falta de ambulancias y sin decir quién era pidió hablar con todas las personas que estaban esperando una".

Hoy lo devela al entrevistador, pero entonces no, porque “me preocupa el trabajo, no la imagen. Yo sé que hice lo que tenía que hacer”, hoy poso para la foto.

No podía faltar el Tsuru, “la jefa de la capital mexicana se desplaza en un auto convencional, conducido por un colaborador de hace años que nada tiene que ver con un policía”, desde lejos se escucha a Juan Gabriel entonando, “te pareces tanto a mi”.

Y sí, “sin blindaje alguno y en donde lo más llamativo es la cantidad de lapiceros y hojas blancas que reposan en la parte trasera del asiento del copiloto, donde acostumbra viajar”. Pero eso fue antes del atentado del Secretario de Seguridad, desde entonces, “accedió a viajar en una camioneta blindada· pero sólo durante dos días. “No lo soporté más”.

Y así entra a la defensa de su visión de Ciudadana: “Esta ciudad creció a punta de movimientos sociales, obreros, magisteriales, estudiantiles. Tanto el modelo neoliberal como la última administración se orientaron a privatizar o hacer mercancía lo que nosotros consideramos derechos. Debemos darle la vuelta a eso y regresar a una ciudad de libertades democráticas que se habían perdido, a reivindicar la educación, la salud, la vivienda, el medio ambiente, derechos para la gran mayoría de la población, particularmente la que menos tiene, eso se ve en cada acción que hacemos”.

Y no podía faltar el tema del movimiento feminista, la contención de las marchas, el cerco protector a los monumentos históricos y el vallado del Palacio Nacional.

“Yo no entiendo esta idea de destrucción asociada al movimiento feminista. No estoy de acuerdo con quien dice que, como las mujeres hemos sufrido violencia, tenemos derecho a violentar. Hubo manifestaciones feministas que quemaron librerías, para mí eso es fascismo. No tiene nada que ver con el feminismo. Entiendo que hay un hartazgo vinculado a la violencia contra las mujeres y que particularmente se manifiesta en las jóvenes, pero está otra parte de la violencia… Hay mujeres feministas que están en contra de las mujeres transgénero porque no nacieron mujeres. O esta cosa de que, como eres hombre, te voy a quemar cuando pasas por la manifestación. Yo creo que las manifestaciones deben ser pacíficas, convences a más gente cuando eres pacífico que con estos actos violentos. Como jefa de gobierno me corresponde también proteger los monumentos históricos, contener si van a violentar a una persona que va pasando por la calle; y también tengo que evitar que quemen una librería. Y por eso no deja una de ser feminista”.

Pero al tiempo acotó: López Obrador “es un hombre profundamente feminista. Si no, la mitad de su Gabinete no serían mujeres desde que fue jefe de gobierno. Nosotros luchamos por un proyecto de nación. Si tú aíslas el movimiento feminista, el ambientalista, el movimiento animalista, todos estos movimientos de la transformación profunda de nuestro país, tienes a lo mejor triunfos parciales, pero no estás combatiendo la pobreza, ni la desigualdad, ni la corrupción ni el régimen de privilegios que hizo que este país se convirtiera en uno de los más desiguales”.

Y pasa entonces a citarlo: “Nosotros estamos luchando por un gran movimiento de transformación en México”, y yo digo, se apunta al margen, que en ese movimiento, si no están incluidas las mujeres, no es movimiento de transformación. Pero no al revés. O sea, yo no me voy a agarrar de las manos de cualquier mujer, de cualquier partido político, independientemente de lo que piense del país, solamente porque sea una mujer. El movimiento feminista tiene que ser parte de eso, porque, si no, se aísla y se convierte en algo que no tiene que ver con la gran transformación de la vida pública de México”.

Pero el mimetismo no para allí. Falta su “departamento en Tlalpan”, en donde desde “las cinco de la madrugada, media hora después de haberse despertado” lanza mensajes a sus colaboradores, en “una jornada de trabajo que se extiende hasta las 21.00 o 21.30 horas".

Y para quienes no ubiquen la humildad del departamento de Tlalpan; Lafuente añade, “lejos de la pompa de otros lugares de la capital donde suelen vivir los políticos”. Pero ella asegura que de lo único de lo que no se priva es de comer —no podían faltar las garnachas en el guion— “Aunque a veces me olvido”.

Sobre el retiro de la estatua de Colón y las disculpas pedidas a España, confiesa, quizás sin total conciencia de ello que “si no lo haces, niegas la posibilidad de reconstruir una historia (y) voy a poner en el centro de Reforma una pieza que represente a la mujer indígena, que es la que menos voz ha tenido en la historia de nuestro país. De ahí venimos”.

Y no, no quiere hablar del 24, pero lo hace: “Si lo único en lo que pensara es en 2024, podría hacer mucho daño a la ciudad. Para mí lo más importante es la continuidad de la cuarta transformación y la unidad del movimiento en torno a ello”.

Pero no es un apetito egoísta: “No se trata de que yo quiera ser presidenta. Se tendrá que decidir en su momento, por una encuesta, como está establecido en los estatutos del partido. Mi papel en este momento es seguir haciendo bien mi trabajo y que el pueblo de México y de la Ciudad de México se sienta orgulloso de mí”. Nótese el desliz de México por delante de la Ciudad que gobierna.

Finalmente llega la pregunta: “¿Y está México preparado para tener una mujer presidenta?”

“Perdón, pero es como si cuestionamos que México esté hoy preparado para tener un presidente joven, o uno viejo. Yo creo que se trata de aquello que representas, ¿no?”

¡Ah, los políticos mexicanos! En eso de la sucesión y el dedazo no se distinguen unos de otros.

Con información de El País.

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