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La Sala Superior abrió la puerta a Morena para presentar firmas por toneladas y al presidente a hablar de ratificación.
lfmopinion.com
Todo empezó una soleada mañana en el Zócalo de la Ciudad de México; un López Obrador acuerpado por Santiago Creel y José Agustín Ortiz Pinchetti, entonces flamantes apartidistas y apolíticos Consejeros Ciudadanos de un ya extinto IFE, desplegaba sobre la plancha de cemento decenas de cajas de cartón —supuestamente— repletas de documentos que acreditaban el primer fraude hecho contra la 4T, que entonces ni era cuarta ni era T. Se trataba de una elección local en Tabasco.
Nadie vio jamás los supuestos contenidos ni supo de su consistencia y valor probatorio, pero allí empezó el mito genial del fraude electoral.
No que no existiera antes. Ya Bartlett—en su otrora piel priista— había operado el fraude patriótico en Chihuahua (1986) y la caída del sistema del 1988. Y vaya usted a saber si no, también, desde Gobernación, la Corriente Democrática y el cisma priista.
Pero con López Obrador esa mañana se inauguraba un nuevo paradigma de fraude: el inexistente con propiedades combustibles para mantener en marcha “El Movimiento” y perfilar el caudillaje.
Los aquellos —entonces— dos inocentemente inflamados Consejeros Ciudadanos lo avalaron sin rubor. No sabían lo que alimentaban. El fraude, pues, es el fraude mismo.
Luego vino, también en Tabasco, el fraude genérico, tan genérico como etéreo y contrario a los principios constitucionales electorales de certeza y objetividad.
Ya para entonces era presidente del Tribunal Don José Luis de la Peza, quien con un café en su oficina me contó que los entonces perredistas enviaron al Tribunal decenas de miles de videocasetes Beta, sin catalogación alguna, como prueba de la parcial programación del canal oficial en Tabasco en favor del PRI. Cuando el magistrado ponente preguntó al representante legal del partido qué, cómo y dónde —entre todos los casetes y minutos en cada uno de ellos— se probaba; su contestación fue que eso era tarea del tribunal dilucidar. Y el tribunal tuvo que rentar decenas de videocaseteras y contratar personal extra para revisar cada segundo de los incontables videos con la programación de varios meses del canal oficial.
No dudo del entonces posible desmesurado apoyo mediático del gobierno de Tabasco al candidato del PRI, quien quizás, sin saberlo, enseñaba a su contrario el hartazgo como política comunicacional; tan solo describo la técnica probatoria del descontón mediático y el apabullamiento masivo: cajas y cajas y cajas, sin ton ni son, repletas de lo que sea, o vacías, como las que presentaron en 2000 en algún otro montaje de fraude.
Llegarían después las carpas —también— y luego los chivos, las gallinas y paredes tapizadas de tarjetas.
Todo ello debió de valorar la Sala Superior (TEPJF) cuando determinó autorizar ayer el levantamiento de apoyos de solicitudes para la revocación de mandato en papel. Ahora entiendo porqué López Obrador sacó la semana pasada a colación que había convencido a Slim de sacar del aire su publicidad “Todo México es territorio Telcel”, porque “no era cierto”. No dudo que hasta ello haya sido parte de los argumentos de Morena ante el Tribunal. Y sí, no en todo México hay señal digital, aunque, por otro lado, sea parte de los logros que publicita la propaganda gubernamental.
El problema va a ser que Morena va a aparecer toneladas de apoyos en papel, echándole la carga al INE de revisar su autenticidad manualmente, lo que implica mayor tiempo del programado, más recursos humanos destinados a ello, costos no considerados y mayor presión.
En el mismo coctel se “austericida” (mata por inanición) al INE, se le niega credibilidad y resta legitimidad, y, seguramente, caerá sobre él el apocalipsis cibernético de las granjas de fanáticos —reales o digitales— para presionar en favor de un apabullante apoyo documentado a toneladas de dudosa autenticidad.
Gravita también sobre el INE —¡quien lo fuera a pensar!— las deficiencias de su aplicación digital para recabar firmas, que en el 2018 llevaron a esta misma Sala Superior a determinar que el procedimiento estaba tan contaminado que era imposible su remediación. Entiendo, sin embargo, que todos aquellos inconvenientes han sido resueltos ya.
Preparémonos para la fotografía de Mario Delgado desplegando en el Zócalo un jardín de cajas de cartón con firmas ciudadanas documentales y documentadas.
Pero todo tiene un costo en esta vida y el Tribunal le abrió la puerta al método de las cajas, a cambio del silencio presidencial sobre el tema de la revocación en toda expresión pública.
No saben que para él no existe revocación, por más que se encuentre en el texto de la Carta Magna. Para él sólo hay ratificación y para ella no hay, al menos aún, prohibición alguna para promover.
¡Al tiempo!
PS. — Ojalá le midan bien a su entusiasmo, no vaya a ser que “junten” más firmas que asistentes a las mesas receptoras de revocaciones.
Publicado en LFMOpinión.
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