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Caso y Lombardo, más actuales que nunca

La película de hoy es un remedo, en 1933 Antonio Caso y Vicente Lombardo Toledano polemizaron sobre la Universidad como universalidad y libertad de pensamiento, o con orientación socialista. Que la historia no se repita, ¡ya no los tenemos!

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Por: Luis Farias Mackey
  • 26/10/2021

La libertad de pensamiento y de cátedra no son graciosas obsecuencias del poder.

El 23 de mayo de 1929 los estudiantes de la Universidad Nacional de México se fueron a huelga tras haber sido agredidos por las fuerzas públicas dentro de la Escuela de Jurisprudencia, huelga que arrancó del poder la autonomía administrativa y académica como garantías a la libertad de pensamiento y de cátedra. El proceso no fue dúctil ni dócil, pero se logró. Desde entonces la Universidad Nacional de México pasó a ser Autónoma.

Autonomía garantizada por la Constitución desde 1979, ¡por cierto!

Pocos lo recuerdan, pero el 23 de mayo es el Día del Estudiante por esa razón.

Pero la conquista en 1929 estaba lejos de ser segura y, parece, hoy, tampoco.

El 26 de septiembre de 1934 el Partido Nacional Revolucionario presentó iniciativa de reformas al artículo tercero constitucional para que la educación que imparta el Estado sea “socialista”. La reforma fue aprobada el 13 de diciembre del mismo año.

Un año antes se había dado “La polémica sobre la orientación ideológica de la Universidad de México” (septiembre – octubre de 1933) en el seno de la ya Universidad Nacional Autónoma de México, al tenor del Primer Congreso de Universitarios Mexicanos (del 7 al 14 de septiembre del mismo año).

Para atender la “Posición ideológica de la universidad frente a los problemas del momento. Importancia social de la universidad en el momento actual” se creó una Segunda Comisión del Congreso, presidida por Vicente Lombardo Toledano . Sus conclusiones fueron que la UNAM y los institutos de educación superior debían adoptar la filosofía del materialismo histórico como orientación de sus tareas docentes, científicas y culturales.

Antonio Caso, consejero universitario y miembro honorario del Congreso, envió una carta al rector, Roberto Medellín, oponiéndose a la ponencia de Lombardo. El Congreso invitó entonces al maestro Caso a discutir al seno de dicha Comisión el 14 de septiembre en la Aula Justo Sierra de la Escuela Nacional Preparatoria (aún no se construía la Ciudad Universitaria).

Leer la polémica es hoy un placer en este México yermo de razonamiento, Caso sostenía que la universidad no debe preconizar determinada doctrina filosófica, Lombardo que la universidad debía imponer a alumnos y estudiantes una filosofía definida: la del materialismo histórico.

El Congreso (1933) —año de la ascensión de Hitler al poder—, tan cercano a la noche nazista (ver “Nuestra hora de descuido” y “Levantamiento contra la racionalidad”), aprobó por 22 votos contra 7 la ponencia de Lombardo Toledano.

Caso renunció como miembro honorario al Congreso, expresó la inconstitucionalidad del planteamiento (contrario a las libertades de pensamiento y expresión) y anunció que de asumirlo el Consejo Universitario de la UNAM se retiraría de sus cátedras, pues todo catedrático “debe defender su derecho a explicar todas las doctrinas y no aceptar se le fije la orientación marxista o cualquiera otra que sea sectaria”.

Al concluir el congreso, Manuel Gómez Morín y Rodulfo Brito Fuocher, se lanzaron contra Lombardo y su aprobada postura. La polémica pasó, así, a la acción violenta.

Caso y Lombardo siguieron polemizando en los periódicos Excélsior y El Universal, respectivamente. En tanto la propuesta de Lombardo fue hecha suya por el Partido Nacional Revolucionario (PNR), en la iniciativa arriba narrada.

Nada más contrario a la libertad de pensamiento y de cátedra que la imposición de una de tantas teorías que tratan de explicar la realidad.

Universidad viene de lo universal del pensamiento. En su seno debe tener cabida todo pensamiento o no sería universidad, sino particularidad.

La lucha, como siempre, se ideologizó entre colores y geometrías políticas, pero en esencia lo que se discutían eran libertades, no teorías del conocimiento.

Caso alegaba que la cultura es “creación de valores” y la Universidad como comunidad de cultura no puede “preconizar una teoría económica circunscrita, porque las teorías son transitorias por su esencia, y el bien de los hombres es un valor eterno que las comunidades e individuos necesitan tender a conseguir, por cuantos medios racionales se hallen a su alcance (…) Si esta casa de estudios cierra sus oídos y el corazón y la inteligencia al bien de todos, esta casa de estudios se volverá una momia. México seguirá haciendo su cultura social fuera de las aulas (…) y entonces la universidad, frente al pueblo, será un ludibrio”.

Para Caso no se puede hacer cultura preseleccionándola de antemano. “La correlación es verdad; la reducción, error. La síntesis científica no ha de preferir una de las tesis a la otra. El conocimiento que niega sus propios elementos se aniquila, porque carece de objetividad”. Y más adelante sostenía: “Nada puede ser objeto del conocimiento, sin ser respetado en su integridad”.

Como hemos dicho, en 34 se elevó a la Constitución la educación socialista, fue hasta 1945, tras la Segunda Guerra Mundial, que el nuevo titular del Ejecutivo inició reforma constitucional para revertir tamaña aberración. La reforma fue aprobada por el cómputo de las legislaturas de los estados el 8 de octubre de 1946 y, en su parte atingente, disponía: “La educación que imparta el Estado —Federación, estados, Municipios— tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la patria, y la consciencia de la solidaridad internacional en la independencia y en la justicia”.

En su parte relativa, el dispositivo constitucional vigente reza: “La educación se basará en el respeto irrestricto de la dignidad de las personas, con un enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva. Tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a todos los derechos, las libertades, la cultura de paz y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia; promoverá la honestidad, los valores y la mejora continua del proceso de enseñanza aprendizaje”.

Y, en relativo a la universidades, dispone: Las universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la ley otorgue autonomía, tendrán la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mismas; realizarán sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los principios de este artículo, respetando la libertad de cátedra e investigación y de libre examen y discusión de las ideas; determinarán sus planes y programas; fijarán los términos de ingreso, promoción y permanencia de su personal académico; y administrarán su patrimonio.

Pero, hoy, se vuelve a hablar de una universidad “decadente”, ajena a las vicisitudes sociales, de los retos del momento y de la bienaventuranza de la Transformación, no en tanto la acción y efecto de transformar, sino como deidad única.

Con dos salvedades —no menores, por cierto—, la primera es que en 33 fue la propia comunidad universitaria nacional quien discutió el papel de la Universidad en México; hoy es el poder concentrado en una sola persona fuera de toda circunstancia nacional, universitaria y social, quien impone el tema a discusión. La segunda, que el materialismo histórico tienen por sustento la magna obra Karl Marx y su desarrollo posterior por Engels, mientras que de la “Transformación” no se tiene una sola línea conceptual que la explique.

El conocimiento es algo vivo y siempre habrá una asignatura pendiente por completar, mejorar o cambiar. En la dialéctica de todo mundo finito, la solución de hoy es el problema de mañana. No hay puerto de llegada definitivo, salvo la muerte. Pero mientras hallemos vida habrá un crisol de conocimientos en contradicción y movimiento.

Por tanto, siempre será superable el estadio de cultura en el que nos encontremos, pero el discurso de decadencia y la manida defensa de la “Transformación” como salvación, son tan falsos como el materialismo histórico de Lombardo, por lo menos como sistema de pensamiento único aceptable.

La autonomía, repetimos, es salvedad para el pensamiento y la cátedra libres.

La Transformación hoy —en su etérea indefinición— y el materialismo histórico o la educación socialista ayer, niegan Universidad, libertad de pensamiento, libertad de cátedra y futuro.

Si a la creación de valores se le cierran las puertas en las universidades —bien lo dijo Caso— la cultura no morirá, hallará su curso fuera de sus aulas, porque el pensamiento no admite rejas, ni cadenas. Las universidades —quizás eso es lo que se quiera— se convertirán en escarnio y befa de los malvados.

Pero la verdadera transformación, que no es otra que la de los valores (Nietzsche y Caso); ésa no tiene dueño, ni teoría exclusiva, ni gobierno, ni profeta.

Hoy como en 33 y 34, y como Antonio Caso, debemos defender libertades y pensamiento.




Publicado en LFMOpinión.

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