Espiral


Colón

Colón, marinero que nunca supo a dónde llegó e incapaz de distinguir entre un timonel de barco del de hombres; vivió y pervive en eterna contradicción, conquistado por la Conquista que desató y sigue supurando heridas.

#TheBunkerNoticias | Colón
Por: Arturo Martinez Caceres
  • 23/10/2021

En 1892, Rubén Darío, nicaragüense, leyó ante la Corte española su célebre poema lamento ‘A Colón’. Son 14 serventesios de rima alterna consonante: ‘… Cristo va por las calles flaco y enclenque/ Barrabás tiene esclavos y chatarreras/ y en las tierras de Chibcha, Cuzco y Palenque/ han visto engalonadas a las panteras…/ ¡ Cristófero Colombo, pobre Almirante/ ruega a Dios por el mundo que/ descubriste!’

En el siglo XV el genovés hizo cuatro viajes al oeste del entonces mundo conocido en busca de China y Japón. Murió en Valladolid, triste y desencantado, sin reconocer haber llegado a un Nuevo Mundo, sin encontrar los monstruos que esperaba ver. Sin la gloria que creyó merecer.

En el último viaje pensó en unirse a Vasco de Gama y fue acusado de traicionar a Fernando II y a Isabel II, La Católica, reyes de Aragón, Castilla y León, quienes lo financiaron. Siempre se sintió más cómodo en Portugal, aunque su razón nunca fue la perfidia sino esa sed de marino obsesivo que nunca lo abandonó.

Sus viajes abrieron la exploración, explotación, conquista y colonización del llamado Nuevo Mundo por los europeos. Fue conocido como ‘descubridor’, aunque antes los vikingos llegaron al norte del continente más tarde bautizado como América, cinco siglos antes. Fue nombrado ‘Almirante del Mar Océano’ e inscrito su nombre en el Libro Real de Privilegios como Duque de Veragua.

En los años sesenta del siglo pasado se retomó un debate que significó un cambio en la interpretación histórica, desde el entendimiento proeuropeo, incuestionable y centrista hasta la incorporación de la perspectiva de los pobladores originarios de América. De acuerdo con la primera tesis, el ‘descubrimiento’ fue un gran triunfo universal en el que Colón jugó el papel de héroe, lo que significó enormes ganancias para España y otras naciones europeas y un gran impulso para la colonización y la conquista. Más recientemente, la perspectiva histórica ha considerado la destrucción y muerte por la Conquista, haciéndose énfasis en la esclavitud, las enfermedades y miseria que los indígenas sufrieron y que aún persisten.

Por meses, Colón y su tripulación en la Niña, la Pinta y la Santa María, buscaron arribar dónde encontrar “perlas, piedras preciosas, oro, plata, especias y otras mercancías de gran valor”, como prometió a los monarcas financieros y católicos, sin embargo, no lo logró. Regresó con loros y algodón y un diario detallado donde cuenta su encuentro con delfines y pobladores sin armas, calificándolos de ignorantes y politeístas.

En su segundo viaje encontró destruida la colonia establecida en la Española y dejó encargados a sus hermanos Bartolomé y Diego, como responsables de su reconstrucción; junto con parte de la tripulación y cientos de esclavos indígenas de la isla. En lugar de lo prometido envío a Isabel, la reina Católica, alrededor de 500 esclavos encadenados, quién aterrada devolvió el regalo.

En el tercer viaje al oeste, Colón regresó a la Española para encontrar una revuelta de los indígenas en contra de la brutalidad de sus hermanos y sus huestes. Las condiciones eran de tal naturaleza conflictivas que enviaron desde Europa a un nuevo gobernador. En tanto, de la población original, de alrededor de 250 mil isleños Taínos, desde la llegada de Colón, sobrevivieron sólo unos cientos. Colón fue arrestado y devuelto encadenado a España.

Hacía 1502, absuelto de la mayoría de los crímenes cometidos y despojado de sus títulos nobiliarios, persuadió a La Corona a realizar su cuarto viaje, cruzando el Atlántico. Esta vez llegó hasta lo que hoy es Panamá. Sin oro y con las manos materialmente vacías, sin alcanzar sus promesas, regresó a España para morir deprimido, desencantado y abatido en 1506.

En realidad, Colón no ‘descubrió’ América, puesto que otros marinos, principalmente vikingos y, tal vez, irlandeses, visitaron estas tierras desde el siglo XI.

Sus viajes, sin embargo, significaron el inicio de siglos de explotación e intercambio de personas, animales, alimentación, costumbres, idiomas, religiones y enfermedades. De hecho, debido a la explotación de oro y plata principalmente del Perú y México, se produjo la llamada acumulación originaria de capital, punto de partida del desarrollo capitalista a fines del siglo XV y principios del XVI.

Paradójicamente, los restos mortales de Colón, han seguido el periplo de su navegación. Fueron trasladados de Valladolid a Sevilla, a Santo Domingo y La Habana en América y regresados a Sevilla.

De acuerdo con sus cálculos en cartografía, ignoró que distancia en millas árabes —que son más largas que las millas romanas— y aseguró poder arribar al Japón en 30 días, navegando siempre al oeste.

Llamó ‘indios’ a los pobladores originales, convencido de haber arribado a las Indias, en el lejano Este. Aún hoy Colombia se llama así en su honor, así como el distrito de Columbia en el Canadá. En los EUA persiste la renombrada universidad de Columbus y, yo mismo, estudié la primaria en el Colegio Columbia, frente al Americano, en Bondojito 290 con miss Estrada, miss Rowland y mis consentidas Cecilia Marroquín y en cuarto año, Josefina Páez, las dos maravillosas.

Describo lo anterior para subrayar su influencia a través del tiempo.

Muchos académicos e historiadores consideran fundamental la obra de Colón en el principio de la globalización, en demografía y en cambios económicos, sociales y políticos de gran impacto y trascendencia.

Sin embargo, en su lado obscuro resalta la brutalidad, la promoción de la esclavitud y muerte de indígenas por genocidio, enfermedades importadas como la viruela y la sífilis, así como la brutal evangelización con la cruz y la espada, estratégico método que Cortés y Pizarro practicaron in extenso en la Conquista de México y Perú.

Mientras en las catedrales e iglesias se rezaba al Cristo blanco triunfador, también se veneraba a escondidas a Quetzalcóatl, a Tláloc y a Huichilobos, por ejemplo.

Mientras los indígenas y los negros, traídos como esclavos desde el África, eran condenados a trabajos forzados en las minas, en los campos y en las construcciones, las mujeres capturadas eran violadas, destinadas a oficios de sirvientas, prostitutas, concubinas, cosechadoras.

A quienes protestaban les cortaban las manos de tajo y morían desangrados. Colón, jamás toleró ninguna expresión de rebeldía o libertad en el Nuevo Mundo. Más aún, seguramente por arrepentimiento y penitencia interna ante tanta brutalidad, pospuso la evangelización de la población esclava, lo que significó críticas de la Iglesia Católica ávida de bautizar y ampliar su dominación religiosa. Al brutal descubridor Colón también se le conoce como el padre del comercio de esclavos.

En las últimas décadas en los EUA, en México y otros países de América Latina ha habido un intenso movimiento antiColón, que, una vez evaluada y contrastada su historia, concluye que no merece estatuas ni ceremonias de reconocimiento.

De tal suerte que tal vez por influencia de otros acontecimientos como el asesinato de George Floyd y otros negros, se han derribado muchas estatuas de Colón en todo el continente.

Incluso en nuestro bello Paseo de la Reforma se bajó la estatua de Colón para restaurarla y llevarla eventualmente hacia Polanco, para dejar espacio a protestas por feminicidios con la Monumenta, o la instalación en su lugar de una cabeza indígena de labios anchos y efímera aceptación, para dar lugar a un nuevo proyecto que con bombo y platillo será inaugurado pronto y que viene de Veracruz.

Es la imagen olmeca de una mujer, que tanto espacio les falta por ocupar, menos entre las vociferantes diputadas del PANVOX que dan vergüenza aplaudiendo trasnochadamente a Colón, de la mano del expresidente Calderón, que viajó a España para alabar la Conquista y abrazar a ufanos y retrógrados españoles.


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