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Noroña, el histrión

Fernández Noroña montó una actuación propia de tragedia griega en la Comisión Permanente. Sus guangos argumentos contradicen el ardor de su puesta en escena. Noroña, parecía, clamaba por una patria en llamas. ¿Qué escondía tras su impetuoso papel?

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Por: Luis Farias Mackey
  • 22/08/2021

El histrionismo de Fernández Noroña en la sesión de la Comisión Permanente para discutir, por segunda ocasión, un periodo extraordinario forzado por López Obrador, a su vez, urgido por que la revocación de mandato le aporte respiración artificial de emergencia, amerita unos comentarios.

Partamos del término. Histrión, “actor teatral; persona que se expresa con afectación o exageración propia de un actor teatral; prestidigitador, acróbata o cualquier otra persona que divertía al público con disfraces; hombre que representaba disfrazado en la comedia o tragedia antigua”.

Todas las acepciones le ajustan al personaje en su ser mismo.

Pero cuantimás en la representación histriónica que nos obsequió la semana pasada.

La discusión era la urgencia de un periodo extraordinario para sacar la ley de revocación de mandato, pero Noroña cambió la conversación para montar en la tribuna del Senado una tragedia griega en defensa de López Obrador.

Su representación fue magistral en histrionismo y abyección. Su enjundia digna de mejores causas. Sus argumentos guangos, como él: “El más excepcional líder político que haya tenido esta patria, el más grande”, “verdaderamente excepcional”, “muy grande, muy grande”. “Patriota, honesto comprometido, ama al pueblo se juega la vida todos los días, lo sirve con pasión, con entrega”.

Ningún argumento, cero razonamientos. Sólo calificativos abyectos, repetitivos y ramplones.
De allí, desliza lo que pretende ser un razonamiento, si es tan grande, muy grande, “cómo regatearle nada”.

La conclusión patética: pobrecito, es tan bueno que no podemos regatearle nada. No sean así.

Nada sobre el contenido y propósito de la ley, nada de su técnica legislativa, nada de su constitucionalidad. Nada relativo a los méritos del asunto en cuestión. El compañero López es tan grande, sacrificado y valiente que no podemos oponernos a sus deseos, así sea en renuncia del mandato de las urnas de representar al pueblo en la hechura de buenas leyes, no caprichos.

Pero luego hay que estar a la emotividad desbocada en la puesta escena, parecía que a Noroña le iba la vida de por medio, que México estaba en vilo, que la patria dependía de ello, que había que salir corriendo a tomar las armas para bañarse de gloria.

Mucho mejor la puesta en escena y la intensidad de ademanes, gestos y entonaciones, cual si el alma le sangrara al Noroña, que la vacuidad de sus argumentos.

Ahora bien, vayamos a las circunstancias. Noroña, como todos los allí presentes, sabía que no iban a alcanzar la mayoría calificada que establece la norma, y ello explica la pasión desbordada de su actuación.

El voto que faltaba era del Partido del Trabajo, donde Noroña cobra como diputado, en una de esas acrobacias de la que es, también, actor consumado.

Luego entonces, Noroña no subió a defender el dictamen, ni a impulsar votos a su favor, ni siquiera a contestar argumentos en contra. Su discurso y sobreactuación, su pasión y enjundia, su furia y ardor, no tenían por destino a quienes en mala hora lo escuchaban, sino para el inquilino de Palacio.

Compañero presidente, aquí me tiene haciendo denodada defensa de su necedad y persona. Que quede claro que nada tengo yo que ver con los enjuagues del Partido del Trabajo y la ausencia de uno de sus diputados. Partido, por cierto, al que usted me envío como su siervo. En esta jugada nada tengo que ver, no oriente su furia en mi contra, que sea contra mis compañeros de bancada y, de preferencia, contra Alberto Anaya. Y si por ello se logra su relevo, no se olvide de quien lo defiende como excepcional y muy grande.

Ese es Noroña. Un actor de exageraciones, un prestidigitador cobarde y falsario, un disfraz voraz.

Noroña, él sí excepcional y muy grande en sus artes histriónicas.

Ahora bien, una duda que no puede dejarse pasar: si López es excepcional, grande y epónimo, ¿por qué lo quieren quitar?

Y aquí la tragedia se vuelve comedia bufa.


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