Espiral


Siervos y Altezas serenísimas

Morelos se sometió a la servidumbre de la Nación para que México fuese gobernado por leyes y nunca por Altezas Serenísimas. Se sometió a sus convicciones para independizarnos y darnos una Nación constituida.

#TheBunkerNoticias | Siervos y Altezas serenísimas
Por: Luis Farias Mackey
  • 21/08/2021

En un gobierno soportado sobre motes, descalificaciones y estigmas, no podían faltar los bautizos epónimos y los lemas rimbombantes: Siervos de la Nación, Construyendo el futuro, Sembrando vida, Instituto para regresarle al pueblo lo robado, primero los pobres, me canso ganso.

Así, en la inmensidad de su nirvana, las palabras se vuelven in-significantes, primero, y a-significantes, en definitiva. Terminan por no decir nada, sin significante. Las oímos, pero nada nos dicen. Son estática, basura en la conversación. Muletilla para toda ocasión; arma sagrada en manos de Noroñas y Trasviñas, toritos y cineastas peinados por metrallas.

Pero las palabras son obra del hombre y éste tiene más de inconsciente que consciente. Así que, si escuchamos con serenidad, a veces, logramos descifrar lo que el emisor, desde su inconsciente, nos dice.

Tal es el caso del mote siervos de la nación.

“Siervos de la nación” es una caricatura y ofensa al gran Morelos que se autocalificó Siervo de la Nación al deponer el de Alteza Serenísima y, con él, cualquier interés y poder personal para dotar de institucionalidad, orden y rumbo a la lucha insurgente, impulsando al Congreso de Chilpancingo. Congreso a cuyos miembros facilitó su escape de un ataque virreinal y en ello fue apresado y, finalmente, fusilado en San Cristóbal Ecatepec. Congreso al que dotó de un primer cuerpo doctrinario en Los Sentimientos de la Nación.

No confundamos: Morelos se puso al servicio de la Nación, no para concentrar sobre sí todo poder, sino para constituirla jurídica y políticamente en un Estado, “dividiendo los poderes de ella —la soberanía, que ‘dimana inmediatamente del pueblo’— en legislativo, ejecutivo y judicial”.

Tal Morelos y su grandeza.

Vayamos ahora al vocablo siervo, para saber de qué estamos hablando: “esclavo de un señor, en el feudalismo, persona sometida a un señor feudal y obligada a trabajar para él, pero que conservaba ciertas libertades y persona completamente sometida a alguien o algo, o entregada a su servicio” (RAE). Siervo, de “servus”: esclavo, servidor.

Podemos ahora sí ver la hipérbole entre siervos de la nación y Siervo de la Nación —hipérbole: en el caso concreto, aumento excesivo de aquello de que se habla.

Morelos se puso al servicio de una independencia con orden, organización y destino.

¡Qué grandeza!, someterse para independizarse y gobernarse.

Morelos se sometió a la servidumbre de la Nación para que México fuese gobernado por leyes y no por Altezas Serenísimas.

Permítaseme una pequeña digresión. Dice Nietzsche que “todo lo vivo es obediente”. Pero, “quien no sabe obedecerse a sí mismo, es gobernado por otro. Tal es la condición de lo vivo”.

En el caso de Morelos, decidió obedecerse, deponiendo toda tentación, él, que tenía las armas, el genio militar, la tropa y la visión de país, para obedecer a poderes constituidos, es decir, institucionalizados y normados por leyes que a todos obliguen.

Para Nietzsche, “dar ordenes es más difícil que obedecer. Y no sólo porque quien da órdenes lleva en sí el peso de todos los que obedecen y porque ese peso lo aplasta fácilmente: en todo dar órdenes me pareció ver un ensayo y un riesgo; y siempre que da órdenes, lo vivo se arriesga a sí mismo. Incluso cuando se manda a sí mismo, también ahí tendrá que rendir cuentas su mandar. Debe convertirse en juez y vengador y víctima de su propia ley”.

Y se pregunta: “¿Qué convence a lo vivo a obedecer y mandar y permanecer obediente incluso cuando manda?

Y se contesta, superarse a sí mismo. ¿Cómo?, preguntaríamos ahora a Morelos: sometiéndose voluntariamente a un orden superior y normado. Un orden, terciaría Nietzsche, que obligue, incluso a quien manda y que éste sea, en su caso, víctima de su propia ley al violentarla.

Siervo de la Nación, pues, es ser siervo de la ley que la Nación se ha dado, la Constitución. Tal es el sentido de la protesta constitucional al asumir un cargo público.

De otra suerte, corremos el riesgo de que alguien se autonombre interprete único de la Nación y esclavice a todos en ‘siervos’. La ley, dice Aristóteles, “es la razón desprovista de la pasión”.

Visto así, la hipérbole “siervos de la nación” ofende y burla.

Los siervos de la nación no están sujetos a ley alguna, trabajan en programas de bienestar —otra hipérbole y sarcasmo— a cargo de una sedicente Secretaría, pero orgánicamente dependen de una oficina apéndice del presidente, a cargo de un amigo de uno de sus hijos. Operan —porque nadie ha acreditado que sirvan— como militantes, catequistas, movilizadores electorales, porros, vacunadores, vallas humanas, amenizadores y reventadores. Reparten dinero, despensas, propaganda, golpes e instrucciones. Edecanes, de ser necesario; porristas, casi siempre, y, ante todo, serviles, no en la grandeza de Morelos, sino en la esclavitud al señor feudal, dueño de vida y almas. Nada ni nadie los audita, viven en una clandestinidad entre gobierno, movimiento, partido, secta y leva.

¿Qué hace la diferencia entre un siervo de otro; entre Morelos —éste sí excepcional, Noroña— de sus caricaturas con chaleco guinda? El sentido y propósito de su servir.

Lo dijo Brozo en su mejor momento: “O nos sirves, o no sirves ¡pa’ni madres!”.

Es decir, lo que hace grande y noble el servir es si sirve, para qué y a quién. No es lo mismo la esclavitud al señor que servir a la nación defendiéndola —al obedecerla en el mandato de su ley suprema.

Conteste ahora Usted, a quién, en qué y para qué "sirven" los siervos de la nación.

Publicado en LFMOpinion.

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