Espiral


Un país de aislados

Quien aísla se aísla. Aislar niega la convivencia y, por ende, la política. Un Estado que aísla somete, pero no concita, se aísla de su propio pueblo. La democracia no es solo el protocolo de las urnas, sino la legitimidad de lo que se decide.

#TheBunkerNoticias | Un país de aislados
Por: Luis Farias Mackey
  • 10/08/2021

El aislamiento aísla. Suena a verdad de Perogrullo, pero no si logro explicar mi punto.

Aislar es “dejar algo solo y separado de otras cosas; apartar a alguien de la comunicación y trato con los demás”. Es decir, es la acción de dejar solo, separar, apartar, incomunicar.

Así, en una primera acepción, quien aísla segrega algo o alguien. Ergo, hay uno que aísla y otro que es aislado. Un actor aislante y un sujeto —pasivo— aislado.

En ese sentido, es redundante decir que el aislamiento aísla.

Pero quedarnos aquí implicaría no ver el otro lado de la moneda, la otra consecuencia lógica del aislamiento.

Me explico. Es obvio que quien se ve sujeto a aislamiento quede aislado. Tal es el propósito de la acción. Pero, ¿y quién aísla?

Aislar, en principio, es apartar e incomunicar a otro, pero para hacerlo quien aísla también se aísla.

Aislar, entonces juega en ambos sentidos, para quien es aislado y para quien aísla.

Ahora sí, releamos el aserto: el aislamiento aísla. Sí, pero a ambos extremos de la relación.

O sea, quien aísla se aísla. El aislamiento castiga por igual a quien lo impone: se autoaísla.

Vayamos ahora a la política. El hombre es un ser individual, pero su naturaleza es gregaria, social. Para sobrevivir, desde su primer aliento hasta el último, el hombre requiere convivir. Convivir y sobrevivir no son dos conceptos ajenos sino recíprocos. Y la convivencia es vivir con, vivir en compañía.

Política viene de Polis, comunidad de hombres, y no es otra cosa que ese espacio que es-entre los hombres en plural: inter-es. Espacio que, a un tiempo ubica, diferencia y concita a los que son-entre. Pero ubicar (situar en un espacio determinado), diferenciar (distinguir) y concitar (reunir) implica en todos los casos convivencia, no aislamiento.

Hacer política es, pues, la antítesis de aislar, porque quien aísla, aísla y se aísla, y en el aislamiento no hay política posible.

La Polis griega es la reunión de los hombres libres para tratar las cosas en común, cuando la Polis es suplantada por el tirano, muere el Estado Ciudad griego y, con él, la democracia.

La pregunta ahora es, ¿qué le espera a la democracia bajo un Estado que tenga por política pública y método el aislamiento, la rijosidad y el conflicto?

Por eso el Estado es “todos dentro de un territorio”. Sin aislamiento posible. Aislar a algunos o a muchos es desmembrar y negar el Estado.

Ahora bien, ¿hay gobiernos que aíslan? Sí, y no solo aíslan, por ahí empiezan y siempre, indefectiblemente muestra la historia, terminan exterminando. Así, lo que nació para unir, termina aislando y negando pluralidad, política y Estado.

Hacer política es, pues, la antítesis de aislar


El Estado nace y se explica para garantizar la seguridad a todos, empezando por su sobrevivencia. Un Estado que pervierte su naturaleza para aislar, menoscabar y, en su caso, eliminar, podrá tener el poder y la fuerza, más no la legitimidad y menos la autoridad que da el conjunto de todos y no el aislamiento de muchos.

Una nación de aislados no es nación, ni es Estado en sus términos. Es solo sujeción, sometimiento. Una nación así está, además, condenada a su desaparición.

Concluyo, quien aísla se aísla; el aislamiento es contrario a la política y al Estado. Quien aísla atenta contra el cuerpo social, su convivencia y sobrevivencia. El aislamiento mata la democracia.

Finalmente, la democracia no es más que un método de decisión. Pero, es el qué de la decisión lo que permite determinar si el instrumento se utiliza virtuosa o viciosamente. No es el acto democrático en sí lo que justifica la democracia, sino la bondad y verdad de sus fines.

Puede —la historia lo acredita— utilizarse la democracia para matar la democracia. Por ello no hay que ver el protocolo democrático en sí mismo, cuanto su uso legítimo y político (de todos, Re-pública).

Finalmente, por más paradójico que parezca, el aislamiento une. Los aislados comparten circunstancia, un mundo en común, una identidad, una carencia. Elementos constitutivos de eso que llamamos política y que solo valoramos cuando la hemos perdido.

La pregunta es si por más veces que nos llamen a las urnas, ¿tenemos hoy política?

O solo un país de aislados.


Texto publicado originalmente en LFMOpinión.

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