Espiral


Consultar ofendiendo

La Consulta Popular tiene un poco de todo: morbo, locura, propaganda, entretenimiento y mentira. De ella solo se echa de menos una cosa: respeto al mexicano, a nuestros verdaderos problemas, a nuestras necesidades, a nuestro tiempo, a nuestras personas.

#TheBunkerNoticias | Consultar ofendiendo
Por: Luis Farias Mackey
  • 20/07/2021

El problema de la consulta popular no es su pregunta que no pregunta, su costo, su improcedencia, su engaño, su distracción. Bueno, ni siquiera arrastrar la ley por la ignominia cortesana ni convertir la política en burdel.

Creo que tampoco lo será su consecuencia que terminará, como siempre, en simple fuego de artificio para alimentar la sed de sangre de sus fieles alienados.

El problema de la consulta de López Obrador es su burla al pueblo.

López se mofa de México, se solaza en su engañifa, se revuelca de felicidad.

Su regodeo responde a insultarnos en la cara y recibir beneplácitos por respuesta.

¡Qué inteligente soy! Se ha de decir todas las mañanas en su camerino antes de entrar a las mañaneras. Puedo hacer que odien a quien diga, que olviden lo que yo decida, que crean cualquier cosa. Si digo que Trump es el mejor amigo de México, lo es. Si ordeno que nadie hable de la Línea 12 y mando a Slim a decir que él paga, callan y se acabó el problema. Si digo que la consulta es contra expresidentes, lo es, aunque sea otro galimatías aún mayor.

Si digo que no hay tapados sino corcholatas me aplauden como focas.

Y sí, hay que reconocerlo, puede eso y más.

Pero es una potencia impotente.

El poder es para resolver la realidad, no para engañarla.

Mejor dicho, para engañarse.

López vive en una burbuja de discurso performativo. Ese discurso que cree son solo pronunciarse las cosas se hacen: que el pan y el vino se convierten en la carne y la sangre de Cristo, que la justicia se alcanza al pronunciar la sentencia o que el perjuro dirá la verdad con tan solo jurar sobre la biblia. Que el fin de la corrupción se decreta.

Para López Obrador gobernar es performar un discurso todas las mañanas, agendar la simulación del día, colocar en la conversación el distractor del momento o lapidar en la plaza pública al villano cotidiano.

Pero nada de eso cambia la realidad, resuelve problemas, salva vidas, compra medicinas, crea empleos, tranquiliza a la madre sin comida o al padre sin trabajo.

López es el titiritero que entretiene al pueblo hambriento, medroso, enfermo y desesperanzado. Pero cuando la función acaba, cuando la mañanera toca todos los días a su fin ¡todo sigue peor!

Nada cambió, salvo el guion.

Ese es el problema y el pecado de la consulta popular. Cuando el boato acabe, así sea después de quemar en leña verde a los enemigos escogidos por López Obrador, todo habrá de estar mucho peor.

Podrá carcajearse de nosotros todo cuanto quiera, pero al final, cuando los títeres se guarden, en la soledad de la noche y el vacío insondable de su conciencia, en lo más incomunicable de su ser, sabrá que todo ha sido en vano y que todo está peor.

Que el México que entrega es la negación de todo lo bueno y de toda felicidad. Entonces su risa será otra cosa.

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