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Lenguaje incluyente, educación, comunicación y lengua

La génesis de la lengua no obedece a perspectivas de género, el lenguaje incluyente es un obstáculo para el dominio de la lengua y desarrollo del hábito de la lectura, al tiempo que su lucha se da en territorios ajenos y con resultados contradictorios.

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Por: Luis Farias Mackey
  • 16/07/2021

Al ministro francés de Educación, Jean-Michel Blanquer, se le va a venir el mundo encima, pero abre una senda de cordura que el mundo reclama en silencio ante lo que hoy se considera un lenguaje políticamente correcto.

Blanquer prohibió la enseñanza del autodenominado “lenguaje incluyente”.

La nota es de Enrique Serna en Milenio y nos informa que las escuelas públicas en Francia la “jerigonza” del lenguaje incluyente “constituye un grave obstáculo para adquirir el dominio de la lengua y desarrollar en los alumnos el hábito de la lectura”.

Para el ministro el problema es lo que se conoce como “el punto medio”, para indicar en que una palabra en plural es masculina y femenina a la misma vez, un recurso equivalente al todes o tod@s que una supuesta urbanidad política profeminista ha introducido en nuestro hablar y escribir, tratando de evitar así el uso genérico del masculino.

Lo que se busca con este lenguaje de punto medio es visibilizar lo femenino en palabras que nunca lo han ocultado.

Blanquer se opone así a un impulso ideológico feminista que busca imponer al mundo un uso del lenguaje concuerde o no con su gramática y génesis.

Por lo que hace al español, esta moda y sus estragos se analizan en la obra “Propuesta de acuerdo sobre el lenguaje inclusivo” de Alex Grijelmo, catedrático de la lengua en Colombia, de donde es originario.

Grijelmo respeta y apoya las causas sociales del feminismo, pero cree necesario exonerar a la lengua española del supuesto carácter patriarcal que le atribuyen estos movimientos ideologizados: El genérico masculino —argumenta— no se implantó a causa del dominio de los varones en la sociedad. Se creó en el idioma indoeuropeo hace miles de años, como consecuencia de la aparición del género femenino en esa lengua. Por lo tanto, el masculino genérico no es fruto de un patriarcado, sino de la visibilización de las mujeres y las hembras [en la expresión del lenguaje]. El genérico es masculino en el significante, no en el significado. Ningún análisis al respecto debería ignorar el juego de contextos que se produce en cualquier comunicación humana”.

Acorde a Grijelmo, la supuesta invisibilidad alegada por algunos círculos feministas jamás ocurre en la comunicación hablada y escrita. Los hispanoparlantes compartimos un código de signos —sostiene Serna— que indica perfectamente cuándo nos referimos a los dos sexos o al masculino en particular. Pretender ahora que el código encierra una trampa masculina es inocular desconfianza en nuestra comunicación, desconfianza que lleva, en su caso a los abogados, a redactar kilos de redundancias en sus contratos, buscando así cerrar malas interpretaciones a sus textos.

De imponerse el punto medio en el lenguaje, los hispanoparlantes nos veríamos obligados al uso de una insoportable jerga legal para comunicarnos.

Lo peor de todo —dice Serna— es que la lengua inclusiva no permite a las feministas nombrar con precisión los abusos del sexo masculino. Así lo señala Grijelmo, la expresión “violencia de género”, derivada de un “pudibundo eufemismo inglés” que en la época victoriana substituyó sex por gender, “omite mencionar que esa violencia la ejercen los varones sobre las mujeres”, toda vez que “género” es aplicable a ambos sexos, masculino y femenino, por lo que al argumentar violencia de género no se deduce con precisión inatacable que sea sobre el género femenino, siempre y en todo caso.

La vaguedad es similar en el caso de la expresión “perspectiva de género”, que se entiende exactamente en sentido contrario.

En el primer caso se debería decir “violencia machista”, en el segundo “perspectiva feminista”.

El problema —sostiene Serna— es hacer entender a una postgraduada en “Gender Studies” que la terminología de su especialidad no se puede traspasar en automático al español. Cuando, además, nuestra lengua otorga mejores y más precisas opciones para combatir el predominio de los varones, si es eso en realidad lo que se busca y no excluir de su neolengua a los no iniciados para entronizar su pedantería académica en ámbitos ajenos a su saber.

Finalmente, Grijelmo advierte que gran parte del lenguaje feminista tiene un evidente propósito de movilización y lucha, pero si el feminismo quiere convencer a varones obtusos y a mujeres oprimidas de lo justo de sus causas, comete un desatino al encerrarse en un gueto lingüístico. Es muy delgada la línea que separa al lenguaje identitario del sectarioy, a su parecer, este último adjetivo sería el más adecuado para definir al falso lenguaje incluyente, más en uso de quienes buscan distinguirse que persuadir. Un lenguaje apto para escalar escalafones universitarios, de alta burocracia y, agregaríamos en The Búnker, cargos de elección popular, pero mientras ellas cosechan éxitos, el mundo verdadero representa una comida propia de Moliere.

Y en México, agregamos desde The Búnker, mujeres mueren por violencia machista intrafamiliar o a las puertas de los hospitales dando a luz tras negárseles atención médica.

Esperamos que Jean-Michel Blanquer no terminé en la guillotina.

Con información de Milenio.

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